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Los profesionales de la salud -médicos, personal de enfermería, psicólogos, trabajadores sociales, fisioterapeutas, etc.- ejercemos nuestra profesión desde nuestra perspectiva personal y única, en base a lo aprendido y también en torno a nuestra esencia. La vida puede hacer que nos endurezcamos y perdamos poco a poco nuestra humanidad, lo que solo provoca que nos alejemos de nosotros mismos, protegiéndonos del sufrimiento ajeno y perdiéndonos a nosotros mismos por el camino.

La medicina científica ha desterrado las emociones de la relación profesional-paciente. Considero que esto se ha realizado por miedo a no saber aproximarse adecuadamente a una persona que sufre y que puede contagiar sus emociones, “debilitando” así la fortaleza del profesional. Creo que esta manera de relacionarse con las emociones es anticuada y poco realista, pues las emociones son nuestras aliadas, nos muestran soluciones inesperadas y nos ayudan a tomar decisiones de manera práctica y certera. Así pues, mi consejo es que los profesionales no os apartéis de las emociones de vuestros pacientes, aunque sí debéis conocerlas y regularlas. El objetivo es que no temáis a las emociones, aproximaos a ellas con cariño y comprensión, dejad que os muestren el mundo emocional que todos llevamos dentro, resonad con ellas.

Mi experiencia profesional me ha ayudado a identificar algunas maneras esenciales de humanizar la relación con los pacientes. A continuación te muestro algunos de mis descubrimientos y de los principios desarrollados por Carl Rogers:

  • Sé genuino y coherente: Es lo mismo que decir “sé tú mismo”. En ocasiones pensamos que ser un buen profesional requiere dejar a un lado nuestra manera de ser y experiencias, convirtiéndonos en seres asépticos que parecen no tener vida más allá de la consulta o del hospital. Ser humano en las relaciones con los pacientes, pasa por mostrarte natural incluso compartiendo experiencias personales más o menos profundas que te ayudan a conectar con el paciente. La coherencia se expresa cuando lo que sentimos en nuestro interior, se refleja en nuestras palabras y gestos con los demás, cuando nos sentimos bien en nuestra propia piel.
  • Evita juzgar a los demás: Los juicios y críticas nos alejan de nosotros mismos y de los demás, por ello uno de los pilares esenciales de la humanización, es la de no juzgar al otro por sus decisiones o por quién es. Para llegar a este punto, debemos haber interiorizado que todos somos iguales, que cada persona es única y esa unicidad es algo bello que debemos explorar para adaptar nuestra comunicación y atención a las necesidades del otro. Cuando no juzgamos, somos capaces de liberarnos de la insatisfacción que en ocasiones sentimos.
  • Acoger el sufrimiento del otro: Los centros de salud y hospitales son lugares donde el sufrimiento se materializa. No solemos prestar mucha atención a este tema pero los pacientes llevan a sus espaldas dolores, miedos, tristeza, frustración, ansiedad y un profundo deseo de recuperar la salud física y mental. Acoger este sufrimiento lo podemos hacer por medio de una pregunta tan sencilla como “¿Cómo se encuentra hoy?”, explorando así lo que hay más allá de la enfermedad, acudiendo a la esencia misma de ese otro ser humano único con el que compartimos un momento de nuestra vida.
  • Confianza plena en las capacidades del paciente: Tu capacidad sanadora va más allá de las técnicas aprendidas en tu profesión, sanas cuando escuchas al paciente más allá de sus palabras, más allá de sus síntomas, cuando te interesas por su mundo emocional, cuando no tratas de calmar su angustia con palabras vacías, cuando confías plenamente en la capacidad de esa persona única para mejorar y recuperar su salud. La aceptación total, sincera y plena de quien es el otro y de su capacidad para solventar sus problemas, es algo escaso en la vida cotidiana y el hecho de que un profesional muestre esta actitud, puede llenar de energía al paciente y devolverle parte de la auto-confianza perdida.Una manera sencilla y rápida de hacerle saber al enfermo que confiamos plenamente en él o ella, es identificar sus “puntos fuertes”, aquello en lo que sobresale y de lo que no siempre es consciente. Observarás que hay pacientes que son capaces de regular su ansiedad, que son luchadores natos, que buscan ayuda cuando lo necesitan, etc. Expresar en voz alta estas características positivas, llenan de fuerza a la otra persona y les ayuda a afrontar su sufrimiento con una actitud más positiva, conscientes de que son capaces de afrontar esta etapa vital compleja.
  • Cuidar más allá de la curación: El objetivo primordial de la medicina es curar al paciente enfermo para restablecer su salud o al menos reducir lo máximo posible las secuelas de la enfermedad. Sin embargo, en este camino de lucha constante contra la enfermedad, se nos olvida el poder sanador del cuidado. Cuidamos a una persona cuando nos interesamos por sus necesidades y deseos, cuando preguntamos por cómo se siente, cuando acogemos su sufrimiento, nos sentamos junto a él o ella, tomamos su mano y enlazamos nuestro mundo emocional al suyo. El cuidado es un potente recurso humanizador y permite afrontar la enfermedad con una actitud más positiva y calmada.
  • Vivir en el presente y ser un profesional consciente: Los seres humanos somos capaces de vivir en el pasado o en el futuro, perdiéndonos la experiencia del presente. El aquí y ahora es el único momento que existe, pues el pasado suele ser fuente de tristeza y melancolía, mientras que el futuro es la fuente donde nace la ansiedad y el temor por anticipar sucesos que no sabemos si van a ocurrir. Podemos vivir en el presente reflexionando sobre nosotros mismos, atendiendo a mis emociones y regulándolas. Cuando vives en el presente, te puedes mostrar más dispuesto a realizar esto mismo con sus pacientes, hallando la manera de incorporar tu propia humanidad en la relación de ayuda que estableces con tus pacientes.

Para mí la humanización de la salud se desarrolla cuando establecemos una relación con el paciente y sus familiares o cuidadores en torno a los elementos comentados anteriormente, pero también cuando el profesional sabe que las emociones del paciente tienen una influencia directa en su salud, cuando es consciente de que estar triste no es lo mismo que tener un trastorno depresivo mayor, cuando identifica la sintomatología ansiosa como diferente de un trastorno de ansiedad, cuando conoce que los efectos del estrés crónico es nocivo para la salud y cuando es consciente de que su papel clave en torno a la salud mental, es derivar a los profesionales especializados en este tema.

 

 

Elena Alameda Jackson

Licenciada en Psicología por la Universidad Complutense de Madrid. Especialidad en Psicología Clínica y de la Salud. Máster en Psicooncología por la Universidad Complutense de Madrid.

Psicóloga habilitada para ejercer actividades sanitarias en todo el país. Experiencia profesional en Psicología Online, Formación a Profesionales y Colaboradora de la editorial Formación Alcalá.

Psicóloga de We Doctor

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