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Cuando pensamos en la comunicación, parece que solo nos centramos en el habla, la parte más obvia del intercambio de información, pero se sabe que nos comunicamos por otros canales que son mudos y transmiten nuestro mensaje más eficazmente que el lenguaje.

La comunicación no verbal hace referencia a la información que transmitimos a través de nuestros gestos, tono de voz, silencios, la mirada, nuestra capacidad para acoger el sufrimiento del otro tan solo con nuestra presencia, sin mediar palabra alguna. El 93% de lo que comunicamos, lo hacemos a través de esta comunicación silenciosa, lo que quiere decir que nuestro mensaje será captado por los demás gracias a todo este conjunto de habilidades no verbales que emitimos constantemente.

Nuestro cuerpo es un catalizador de todo lo que ocurre en nuestro interior y de lo que ocurre en el exterior. Las emociones que experimentamos, se expresan en nuestro cuerpo, el problema es que hemos perdido la habilidad de comprender sus señales. La somatización no es más que la emoción reprimida o no escuchada que se expresa por otro canal (el corporal) en forma de dolores y molestias, convirtiéndose en una llamada para nuestra atención, para que nos dediquemos tiempo, para que nos comprendamos, para que dejemos a un lado nuestras responsabilidades y nos atendamos. Por otro lado, nuestro cuerpo, esa extensión de nosotros mismos que podemos llegar a confundir con quiénes somos en realidad, también cumple un papel fundamental a la hora de comunicarse con el mundo externo, es capaz de demostrar cómo el sufrimiento ajeno nos impacta, es capaz de exteriorizar nuestra empatía y compasión, nuestra necesidad de ayudar más allá de las palabras.

Tendemos a pensar que para acoger el sufrimiento ajeno, tenemos que escoger sabiamente nuestras palabras para lograr que la otra persona se sienta acogida y al mismo tiempo apoyada y acompañada en este camino de re-descubrimiento de sí mismo. Si bien son importantes las palabras que emitamos, no debemos olvidar que éstas no siempre logran transmitir nuestra verdadera humanidad, nuestra necesidad de ayudar más allá de todos los obstáculos. Por ello, cuando desees apoyar a alguien que sufre, atiende también a tu comunicación no verbal, a la manera en que te aproximas a esa persona, hacia dónde diriges tu mirada, en el poder del tacto para consolar y en la importancia de los silencios para que la otra persona reflexione y se sienta acogido totalmente.

En el caso concreto de los profesionales de la salud que desean humanizar su trato con el paciente, familias y compañeros de trabajo, hay una serie de elementos a tener en cuenta y desarrollar que son esenciales:

  • Presencia humana y acogedora: Siempre he pensado que más allá de nuestros conocimientos técnicos, nuestra mera presencia es acogedora y sanadora para quien sufre. Si te tomas unos minutos para comprender esto, te darás cuenta de que es algo profundamente bello. Para mí, la presencia es la energía que llevamos en nuestro cuerpo y mente y transmitimos a nuestro entorno, lo que los budistas llaman “prana”. La energía vital la llevamos pegada al cuerpo y es una de las primeras cosas que sienten los pacientes cuando nos relacionamos con ellos. Esta energía la producimos en base a nuestras emociones, pensamientos y maneras de ver la vida, de modo que si te encuentras inquieto o temeroso contigo mismo, transmitirás estas mismas emociones a los demás. Pero si te sientes en paz contigo mismo, experimentas un profundo bienestar y tu vida tiene sentido, transmitirás todas estas emociones a quienes te rodean. Parece algo sutil y con escasa capacidad de influencia en las emociones ajenas, pero en realidad es la energía haciéndose visible, influyendo en las emociones de los demás.
  • La buena noticia es que puedes modelar esta energía que llevas pegada a la piel, como el escultor que descubre la figura oculta en el mármol. En el ámbito de la salud, puedes modificar tu energía vital cuando sientes que tu propósito es el de ayudar a personas que sufren, cuando dejas tus miedos en el pasillo y te presentas ante el paciente como un ser humano cuya esencia es compartida con él o ella, cuando no emites juicios o críticas sobre los demás, cuando aceptas incondicionalmente al ser humano con el que entablas conversación, cuando sabes que eres un mero explorador que acompaña temporalmente al paciente en la encrucijada vital que le toca vivir. Nunca dudes del poder de tu presencia.
  • Los gestos: Este elemento siempre lo he considerado muy importante en nuestra comunicación con otras personas (e incluso con nosotros mismos). Al cabo del día emitimos millones de gestos, unos más perceptibles que otros y unos más conscientes que otros, pero al fin y al cabo son gestos que expresan nuestro mundo interno y nos permiten enlazarnos con lo que ocurre a nuestro alrededor. Algunos de los gestos más importantes que puedes mostrar en tu día a día, son:

1. El tacto – tocar la mano: Nuestra piel cubre todo el cuerpo y posee múltiples receptores sensoriales que permiten que el tacto pueda transmitir miles de mensajes y recibir otros tantos. Solemos pensar en la piel como en una parte poco trascendental, que nos protege del exterior pero poco más. En realidad es un potente canal comunicativo.

Nuestro tacto humano, más allá de las exploraciones médicas habituales, son capaces de transmitir apoyo, ternura, tristeza, es un medio ideal para demostrar nuestra empatía y compasión, haciéndole comprender al otro que resonamos con su experiencia vital y su sufrimiento. Aquellas situaciones que nos despojan de palabras, que nos estremecen profundamente, son oportunidades para que nos comuniquemos de una manera más primitiva y silenciosa.

Un tacto que puedes practicar en tu trabajo diario, es coger la mano del paciente o tocar sus hombros mientras te habla de su tristeza, su miedo o frustraciones. Este simple gesto, te hace más presente, más real. El enfermo está expuesto al tacto exploratorio del médico, al tacto propio de los procedimientos como poner o quitar una vía, al tacto de la higiene corporal que realizan en el hospital, al tacto de las máquinas que le hacen las pruebas diagnósticas y de seguimiento. Romper con ese tacto más frío e impersonal y tomar la mano para acompañar, supone un cambio muy necesario. Este tacto más humano y cálido, promueve en el paciente emociones como comprensión, apoyo, acompañamiento, confianza, interés y deseo de ayudar. Realmente necesitaríamos muchas palabras para expresar todo lo que comunica un simple gesto como el de tomar la mano de una persona.

2. La mirada: Cuando miramos a los ojos, estamos mostrando que no tememos las emociones expresadas a través de ellos, sean cuales sean. Si bien es importante mirar a los ojos, también lo es no hacerlo de manera fija, ya que puede intimidar a la otra persona, por lo que se deben hacer pausas, mirando a los ojos y a otros lugares. La mirada puede estar llena de compasión, de humor, de aceptación, de afecto, etc. Hay tantas miradas como emociones puedes expresar.

3. La sonrisa: Seguramente piensas que sonreír a alguien que está sufriendo mucho, es una falta de respeto o un indicio de ausencia de empatía y compasión. Al contrario, siempre he pensado que nuestra sonrisa es capaz de reconfortar a quien sufre. Cuando comenzamos una relación de ayuda con un enfermo, nuestra sonrisa indica que nos alegramos de verle, que nos sentimos cómodos acompañándole un tiempo, que nos encanta poder compartir un momento de nuestras vida con él o ella. La sonrisa también comunica comodidad, por lo que mi consejo es que inicies y termines tus visitas o consultas con una sonrisa.

4. La voz y los silencios: Nuestra voz es un potente comunicador, es un instrumento que podemos afinar para expresar diferentes emociones y para adaptarnos al diálogo que mantenemos con otra persona. Algunos elementos a tener en cuenta en este ámbito son: el tono de voz, su volumen y entonación. Probablemente no te has fijado en estos aspectos de tu manera de hablar, pero es interesante que identifiques estos elementos e incluso le preguntes a tu entorno cómo perciben ellos tu tono de voz (acogedor, amenazante, alegre, etc.).

Respecto a los silencios, los considero herramientas esenciales de la comunicación, ya que permiten que comprendamos lo que otra persona expresa, es un elemento esencial de la escucha activa y permite que nuestro interloctuor reflexione sobre su mundo emocional y sobre la información aportada sobre su estado de salud. El silencio detrás de una pregunta, es una invitación para reflexionar y hablar, en ocasiones el silencio puede estar lleno de significados, como cuando un médico da una mala noticia o un diagnóstico negativo, donde sobran las palabras por el shock emocional que supone esa noticia para la otra persona, dejando un espacio y un tiempo para asimilar la información. Los pacientes no esperan ni desean que lo sepas todo y admitir que hay cosas que no sabes (especialmente ante cuestiones más metafísicas o espirituales), da la oportunidad de buscar nuevas respuestas entre ambos. Nunca olvides que los silencios son herramientas muy poderosas de acompañamiento.

  • El espacio que ocupamos – la proxémica: A cada persona nos rodea un espacio personal, un área que rodea nuestro cuerpo y que nos hace sentir seguros, tranquilos y libres pero que cuando otras personas lo invaden, nos sentimos incómodos e inseguros. Es muy importante que seamos conscientes de este espacio vital propio y del de otras personas porque es lo que permite que tengamos relaciones sociales más equilibradas, fluidas y agradables. En este sentido, es importante identificar el grado de comodidad del paciente con nuestra aproximaciones físicas y si observamos incomodidad, debemos asegurar ese perímetro espacial básico que necesita la otra persona para no sentirse amenazada. Los primeros signos de incomodidad, son: alejarse de nuestro contacto, experimentar frialdad ante el mismo o buscar un espacio que el profesional no invada. Recuerda que el objetivo esencial es crear comodidad en el otro.
  • Corazón acogedor: Con este término hago referencia a una habilidad puramente humana que consiste en nuestra capacidad para reconfortar emocionalmente a otras personas, aceptando cualquier emoción sin juzgar lo experimentado por el otro. Considero que este es el elemento esencial de la humanización de la salud, pues logra derribar muchas de las barreras que se establecen entre paciente-profesional. Un paciente que sabe que no tiene por qué ocultar sus emociones y sentimientos, será más libre de expresar todo lo que lleva en su interior, lo que aportará información relevante sobre su enfermedad.

Lo comentado en este post son herramientas esenciales que puedes usar en tu vida profesional, pero también son habilidades que te ayudarán en tus relaciones personales, por lo que aplicar todas estas pautas, te permitirán tener relaciones mucho más profundas y significativas. En el siguiente artículo de esta serie de humanización, hablaré de la importancia de la comunicación no verbal y de la información que se aporta a los pacientes.

 

 

 

Elena Alameda Jackson

Licenciada en Psicología por la Universidad Complutense de Madrid. Especialidad en Psicología Clínica y de la Salud. Máster en Psicooncología por la Universidad Complutense de Madrid.

Psicóloga habilitada para ejercer actividades sanitarias en todo el país. Experiencia profesional en Psicología Online, Formación a Profesionales y Colaboradora de la editorial Formación Alcalá.

Psicóloga de We Doctor

Solicitud de consulta online con Elena: https://tuconsulta.we-doctor.com/agenda/3080192

¿Perdonarías una infidelidad? probablemente muchas personas responderían con un “no” rotundo. No obstante, cuando estamos ante esta situación, no siempre la respuesta es tan contundente, ya que están implicados sentimientos, expectativas e incluso hay establecidos proyectos de vida conjunta.

La siguiente pregunta a formular sería: ¿se puede superar una infidelidad? sin entrar en rodeos la respuesta es sí, pero es importante destacar que es un proceso el cual requiere de voluntad por ambas partes y voluntad dirigida a reconstruir de nuevo la relación, mediante un trabajo continuo tanto a nivel emocional como cognitivo.

Por qué es tan importante la fidelidad

Cuando dos personas establecen una relación se construyen vínculos asentados sobre los cimientos de la confianza. La cual permite compartir y disfrutar de elementos como el afecto, la comodidad, la seguridad y la intimidad tanto física como mental.

Todo este camino entraña un tiempo de conocimiento mutuo, por medio del mismo se avanzará de forma progresiva construyendo la propia relación. Sin embargo, una infidelidad puede hacer que todo se derrumbe rápidamente.
La fidelidad (desde la perspectiva monógama), para una gran parte de la población, resulta ser una pieza fundamental en la estructura de la pareja, sin embargo, no se suele hacer explicita esta condición al iniciar una relación y, con frecuencia se da por supuesta. Al faltar a la fidelidad, estamos quebrantando ese compromiso tácito, al traicionar la confianza depositada en mi por parte de la otra persona.
Superar la infidelidad puede resultar muy costoso a nivel emocional, siendo una de las principales causas de ruptura en una relación.
Muchas parejas fracasan en el intento, debido a que siguen aferrados a lo que ocurrió en el pasado o con miedo a que en un futuro se vuelva a repetir. En pocas palabras, no pueden olvidar y pese a darse una nueva oportunidad, el fantasma (aunque a veces es real) de la infidelidad sobrevolará y acabará desgastando los restos de una relación dañada ya de por sí.
Sin embargo, como decida inicialmente, en muchos casos, la pareja se puede volver a reestablecer, restituir los vínculos antiguos e incluso crear otros nuevos, para ello es necesario contemplar una serie de elementos:

Fase de reflexión

Un aspecto de suma relevancia consiste en no dejarse llevar por la sensación de miedo, inseguridad, perdida o culpa que se produce tras la infidelidad, ya que si sólo atendemos a estas emociones quizá actuemos de forma impulsiva tratando de acallar el dolor. Por eso resulta primordial tomar una decisión que nos permita saber si estamos preparados para perdonar y retomar la relación sentimental. Ciertas preguntas pueden ayudar en esta toma de decisiones:

  • ¿Cuáles fueron las causas de la infidelidad? hay que identificar qué estaba ocurriendo en la pareja, que pudiese facilitar dicha infidelidad; la monotonía, mala comunicación, falta de relaciones sexuales, abandono emocional, etc.
  • ¿Qué tipo de infidelidad fue? ¿algo fugaz? o ¿algo reiterado en el tiempo? ¿algo puramente sexual? o ¿de tipo emocional?
  • ¿Existe compromiso mutuo para continuar? ambas partes deben de estar implicadas, pues en una pareja las dos personas tienen que ir en la misma dirección.
  • ¿Serias capaz de perdonar y partir desde cero? si sientes que va en contra de tus principios, aceptar puede ser algo que sientas en detrimento de elementos importantes para ti, como los valores. ¿podrías?
  • ¿Serías capaz de comprometerme con la fidelidad? hay que hacer un ejercicio de honestidad y no decir seré fiel, cuando en el fondo no estás preparado o comprometido con este propósito.

 

 

Fase de construcción de confianza

Se tiene que iniciar el proceso de perdón de forma previa y/o paralela a la construcción de la confianza. El perdón mitiga el daño de la transgresión y aumenta el compromiso relacional, ya que si este elemento no se da es muy difícil avanzar. El perdón es por ende un punto esencial para la construcción de una relación saludable y equilibrada.
Para restaurar la confianza primeramente se han de asentar unas bases de comunicación adecuada y de compromisos, estos compromisos tienen que ir dirigidos hacia reparar el vínculo amoroso y resolver los problemas que se han detectado en la pareja.

Restituir el daño causado es un proceso progresivo análogo a la curación de una herida, a veces entraña mucha dificultad siendo recomendable solicitar ayuda a profesionales cualificados en terapia de pareja, los cuales ayudarán a reencauzar la relación.
Como punto final, os propongo una metáfora, que puede contribuir en la reflexión:

Imaginemos que la infidelidad es como el mordisco de una serpiente, las hay que poseen una boca pequeña y, hacen heridas diminutas que cicatrizan rápidamente. Otras serpientes, en cambio, tienen una boca inmensa y producen heridas grandes. En este caso la cicatrización será más larga y difícil; sin embargo, toda herida antes o después cicatrizará.
Pero el problema se complica cuando la serpiente es venenosa, lo cual implica que los efectos del veneno impidan el proceso de cicatrización normal y harán que el dolor se prolongue en el tiempo.
Los venenos más comunes son la venganza, el rencor, el miedo. Si quieres que la herida se cure (al margen de si se retoma o se termina la relación), un requisito es dejar de alimentar los pensamientos que fomentan dichas emociones. Aceptar lo que ha ocurrido, cesar las conductas autodestructivas y cerrar el capítulo mediante el perdón, el cual no implica la reconciliación, justificar la ofensa o forzarse a olvidar, ya que el olvido vendrá con el tiempo. Si no que se trata de llevar el foco de atención sobre uno mismo, al autocuidado y al bienestar propio que tan dañado ha quedado.

 

Soraya Vivancos Montero

Psicóloga.

Psicóloga de We Doctor

Solicitud de consulta online con Soraya:  https://tuconsulta.we-doctor.com/agenda/3506184