“El conocimiento es un antídoto para el miedo” (Gerd Gigerenzer)”
En realidad, ¿por qué debemos escoger? Ambas son insustituibles e inseparables, no puede darse una sin la otra y viceversa. Sin embargo, es un hecho que la inmensa mayoría de las personas aún da mayor importancia a la primera, descuidando la segunda.
Nos asusta padecer una infección, una rotura de fibras o un cáncer, y ante ciertas manifestaciones de síntomas acudimos responsablemente a la ayuda de nuestro médico, pues la salud es oro y puesto que solo tenemos un cuerpo queremos cuidarlo. Pero, por otro lado, soportamos periodos de tristeza continuada, intranquilidad, pesadillas, bruxismo, insatisfacción general con la vida o con nuestra relación de pareja durante meses e incluso años, dejando que esto nos vaya cambiando el carácter, nuestra visión de la vida o dejando de disfrutar de cosas que antes nos llenaban.
Pero si cuando nos duele algo corremos al médico (y bien hecho está), ¿por qué cuando nuestra salud mental se deteriora no acudimos igualmente al psicólogo? Pues en gran parte por afán de solucionarse uno mismo sus problemas, algo ciertamente lógico, y a veces por desconfianza. Si me dieran dinero cada vez que he oído en consulta “no creo en los psicólogos”… (Aunque después han creído).
Otras veces se oyen frases como “no estoy tan mal como para ir al psicólogo”, “voy a ver si puedo arreglarlo solo”, o “ya se arreglará”. ¡He atendido parejas en terapia que ya tenían los papeles del divorcio en casa! En mi opinión, se espera demasiado para pedir ayuda, y la persona acude con un proceso de sufrimiento larguísimo y desgastante a sus espaldas, que ha ido haciendo su mella en todas o casi todas las facetas de su vida, mientras que nunca dejaríamos pasar tanto tiempo pensando que estamos enfermos sin solicitar ayuda del especialista.
Soy psicóloga porque me encanta ver cómo resurgen y se superan las personas, cómo recobran poco a poco el valor que creían perdido y se atreven a probar con estrategias nuevas. Soy una absoluta privilegiada por disfrutar de su confianza y que me dejen acompañarles en el camino. Porque eso es la psicología, no es magia y por eso no pedimos fe. Es ciencia, somos expertos en conducta humana, en analizar el impacto que puede estar teniendo tu entorno sobre ti y estudiar cómo minimizarlo, o descubrir si algo de lo que estás haciendo no te da los resultados que querrías, y probar a modificarlo para observar si se producen resultados diferentes.
La salud física no se consigue plenamente sin salud mental, pues la tristeza mantenida, la angustia, la ira mal canalizada, la negatividad, etc., bajan nuestras defensas progresivamente y nos dejan más expuestos a contraer enfermedades. Por no hablar de cuando ocurren somatizaciones, y tras un tiempo de estrés mal gestionado, la persona comienza a sufrir ardores de estómago, colon irritable, eccemas en la piel, ahogos o taquicardias. Por último, si nuestra salud mental se tambalea (y por ende, nuestra autoestima y nuestra fortaleza), tendemos a vernos peor, comer peor, cuidarnos menos, beber más o fumar, conductas todas ellas de riesgo para la salud a medio o largo plazo.
Porque consultar a un psicólogo no es de locos, más bien al contrario. Puesto que no estoy loco, visito al psicólogo. Es el gusto por mejorar la propia vida, por encontrar siempre una manera mejor de sentirse, por mejorarse uno mismo y en definitiva por conocerse, lo que conforma la base de la propia tranquilidad. Ir al psicólogo no es propio de personas débiles, es de valientes que no se conforman con una vida a medio gas, y apuestan por encontrar la vida plena que se merecen.
Laura Quemada Muñoz
Psicóloga sanitaria. Máster en Psicología General Sanitaria
Psicóloga en Dana, Centro de Psicología.
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Psicóloga de We Doctor.
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