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¿Qué es la ansiedad?

La ansiedad es una respuesta de nuestro organismo que pone en marcha una serie de recursos para afrontar una situación que es percibida como potencialmente peligrosa, aunque ésta no lo sea. Esta activación permite que estemos preparados para huir o luchar, lo que antiguamente era un mecanismo muy valioso para la supervivencia y lo sigue siendo.

Esta activación del cuerpo es normal y todos la sentimos en mayor o menor medida, pero puede darse en situaciones que no requieren de dicha alerta o puede reaccionar de forma excesivamente intensa o desproporcionada, provocando una serie de problemas e interfiriendo en el bienestar de la persona y su rutina diaria.

Algunos de los síntomas más habituales de ansiedad pueden ser: taquicardia, nerviosismo, preocupación, falta de concentración, sudores, mareos… Los síntomas pueden variar mucho de una persona a otra, por lo que cada uno la experimentará de diferente forma.

La ansiedad también puede aparecer en niños y en ocasiones pasar desapercibida. Es importante tener muy presente que existen estrategias psicológicas eficaces para ayudar a los niños a afrontar y llevar mejor la ansiedad. Si se les ayuda ahora, se les evita sufrimiento en el futuro.

¿Qué causa la ansiedad?

No existe una única causa en la ansiedad, de la misma forma que en muchos otros aspectos psicológicos influyen múltiples factores. La aparición de la ansiedad se debe a una influencia conjunta entre causas biológicas, psicológicas y sociales.

¿Cómo puedo saber si mi hijo tiene ansiedad?

Es importante, sobre todo en la infancia, distinguir la ansiedad del miedo. En el desarrollo del niño pueden aparecer diversos miedos que son normales para su edad. No obstante, en ocasiones puede ser complicado distinguir cuáles son miedos normales y cuáles no lo son para su edad. Algunos miedos pueden persistir mucho tiempo, a veces hasta la edad adulta.

Entre los miedos comunes en los primeros años de edad, hasta los 5 años, está el hecho de separarse de los padres, el miedo a la oscuridad, a las personas extrañas o no conocidas y a los animales. Otros temores habituales, entre los 6 y 12 años, son las tormentas o los daños físicos, mientras que en la adolescencia es frecuente el temor al ridículo, al aspecto físico o a los exámenes.

Básicamente, la diferencia entre el miedo y la ansiedad es que la reacción emocional del miedo siempre está originada a partir de un objeto o estímulo que lo provoca, una amenaza o peligro real, mientras que la ansiedad no es una respuesta ante algo realmente peligroso, sino que la respuesta es más inespecífica y subjetiva (se percibe una situación neutra como peligrosa).

La ansiedad es compleja, abarcando una variedad de síntomas de distintas áreas (tanto físicos, como de pensamiento y comportamiento), por lo que cada niño lo vivirá de forma distinta.

Además de los síntomas habituales, en los niños la ansiedad puede expresarse de formas más sutiles, por lo que estos síntomas que te explicamos a continuación te ayudarán a detectarlo:

Físicos: los niños pueden sentir que su corazón va muy rápido, empezar a sudar mucho o temblar, así como notar que sus pies y manos están más fríos. También pueden aparecer dolores de cabeza o de barriga y, en el caso de que no tengan un origen físico, podrían estar provocados por la ansiedad. Es importante no subestimar estos síntomas.

Cognitivos (pensamientos): la preocupación y la anticipación son un aspecto clave. Si tu hijo se preocupa mucho sobre alguna cosa que va a pasar o tiene que hacer, pensando que algo malo va a pasar, sin saber si eso realmente va a ser así, puede que sea por ansiedad. En general, todo lo malo que se anticipa no suele pasar.

– Comportamiento: para no sentir ansiedad y no tener que sufrir, los niños suelen evitar las situaciones que les generan malestar. Esta evitación genera seguridad, pero mantiene el problema a largo plazo al no afrontar la situación que provoca ansiedad.

¿Cómo puedo ayudarle a sentir menos ansiedad?

Si tu hijo/a tiene ansiedad, lo más probable es que no quiera ir a sitios o hacer cosas que le haga sentir inquieto o nervioso. Es lógico y normal, ya que lo habitual es tratar de evitar ese sufrimiento. Sin embargo, debes tener en cuenta que, aunque la evitación de lugares o situaciones que generan ansiedad la disminuye al principio, al no tener que afrontarla, posteriormente volverá a aparecer ante la misma situación o lugar.

Lo mejor ante la evitación es ir paso a paso, motivándole para que vaya acercándose a esa situación temida y vea que no pasa nada. Si va superando las pequeñas metas, poco a poco se sentirá más fuerte ante la ansiedad y ésta será menor.

Otra manera de reducir la ansiedad, sobre todo las sensaciones físicas (por ejemplo, si el corazón le va rápido), es mediante ejercicios de relajación adaptados a su edad. En primera instancia, la relajación se tiene que practicar en momentos de seguridad y tranquilidad, para luego hacerlo en momentos de tensión y generalizarla a actividades cotidianas.

Se puede empezar mediante la respiración diafragmática, enseñándole a que hinche la barriga como si fuera un globo, soltando el aire lentamente. Una vez se ha conseguido dominar la respiración, se puede pasar a relajaciones más complejas, como la relajación progresiva, tensando y destensando grupos de músculos para aliviar la tensión.

En caso de que la ansiedad no disminuya o si ves que tu hijo sigue evitando situaciones importantes, lo recomendable es acudir a un psicólogo para que le pueda ayudar a controlarla.

 

Autores:

Jacqueline Hellmüller
Psicóloga General Sanitaria
Graduada por la Universidad Ramon Llull (URL) y con Máster Universitario en Psicología General
Sanitaria, ofrece atención psicológica especializada para la ansiedad infantil.

Adrián Hervás Pérez
Psicólogo General Sanitario
Graduado por la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) y con Máster Universitario en
Psicología General Sanitaria, proporciona atención psicológica a adultos tanto para la ansiedad
como depresión en consulta física y online.

Psicólogo Online de We Doctor.

Consulta online: https://tuconsulta.we-doctor.com/agenda/5210116

Página web: www.psicologosanimae.com

El miedo es una emoción poderosa, capaz de arrebatarnos la calma e impulsarnos a huir. Creo que la emoción que es capaz de anular el miedo es el amor. Siempre podemos encontrar en el amor nuestro cobijo, es la emoción que aleja el sufrimiento y el temor, la tristeza y la ansiedad. El amor es nuestra emoción comodín, podemos acudir a ella en todo momento, en cualquier situación.

Una de las maneras en que el amor aparece en nuestra vida, es a través de la gratitud. Me gusta pensar en ella como en una hermosa semilla a la que cuidamos diariamente, es una semilla que vive dentro de nosotros y la cuidamos regándola con palabras amorosas, hacemos que crezca a través de nuestra respiración consciente, esta semilla también se desarrolla gracias al amor que tenemos por nosotros mismos y por los demás. Poco a poco, la gratitud va creciendo en nosotros, al principio se muestra tímidamente, a través de un “gracias” silencioso dirigido a nuestro cuerpo, a cada célula. Más tarde, cuando toma confianza, la gratitud se expresa con voz segura a través de una observación serena de todo lo que nos rodea, de las cosas que nos hacen la vida más fácil. Por último, la gratitud se convierte en un gran árbol que cobija la vida en su interior, debajo de sus ramas e incluso en sus raíces. Y es en ese momento en el que la gratitud se ha transformado en un profundo sentimiento de amor por toda la humanidad, por todo el universo. La gratitud nace en nosotros pero crece más allá de las fronteras de nuestro cuerpo, abarcando a todo ser sintiente, más allá del espacio y el tiempo.

Este es el momento de desarrollar nuestra presencia, estando presentes en nosotros mismos, en nuestro cuerpo, estando presentes junto a nuestros seres queridos, estando presentes con toda la humanidad. Cuando desarrollas tu compasión, cuando experimentas esa profunda y espiritual unión con todos los seres, estás presente. Cuando apoyas desde la distancia, cuando lees mis palabras, cuando ayudas a alguien que vive cerca de ti, estás presente. Cuando no te dejas llevar por el pánico, cuando decides dejar de estar sobre-informado, estás presente desde tu mismo centro, desde tu corazón.

La gratitud es la llave que abre el candado de la felicidad. Tendemos a pensar que la felicidad es nuestro derecho, algo incluso que debemos perseguir. La realidad es que la gratitud es la que atrae a la felicidad y cuando dejamos de ir tras ella y comenzamos a invertir tiempo y amor en nosotros mismos, es ella quien viene hasta nosotros de manera inesperada, de manera sosegada.

Quiero que crezca en ti esta semilla de la gratitud hasta que se convierta en un bello y antiguo árbol que es refugio para ti y para todos. Por ello comparto contigo algunas maneras de regar esta semilla, léelo sin prisa, interioriza cada palabra.

Para un momento y dedícate un tiempo para ti… Si siempre estamos ocupados, si estamos sepultados bajo millones de responsabilidades, la gratitud se siente amenazada y huye, se esconde. Para que esta semilla crezca, antes debes hacerla un poco de espacio y debes comenzar dedicándote unos minutos a la semana solo para ti, donde puedas relajarte, donde puedas mirarte desde dentro a través de tu respiración consciente. Comienza por un día a la semana y ve conquistando pequeños minutos solo para ti a diario. De este modo, la gratitud se sentirá segura y sabrá que puede crecer en ti, que la estás acogiendo y haciendo un espacio en tu cuerpo y mente. En esos pequeños momentos que vayas conquistando para ti, puedes aprovechar para reflexionar en las tres o cuatro cosas que hay en tu vida y que la hacen única y especial. Tal vez observes que siempre son las mismas cosas las que te hacen sentir bien, especial, es normal, pero te aconsejo que amplíes tu mirada, que vayas más allá de tu cuerpo, más allá de tu familia y que observes los pequeños gestos de personas anónimas que te hacen disfrutar de la vida, que te hacen sentir una profunda gratitud.

 

Ábrete a cualquier experiencia que el universo traiga hasta ti… Solemos vivir en una constante lucha, luchando con otros por nuestra felicidad, como si ésta fuera un bien escaso, como si fuera un tesoro al que solo algunos acceden. En esa lucha eterna que tenemos con nosotros mismos y los demás, nos imponemos ciertas metas o expectativas que se pueden llegar a convertir en las rejas de la cárcel donde nos recluimos a nosotros mismos. Abandona tus expectativas, déjate llevar por la sabiduría de la vida, del universo. Relájate, permite que el propósito de tu vida te encuentre, no luches, no busques desesperadamente la felicidad fuera de ti, está en ti, siempre lo ha estado. Cuando fluyes con la vida, ésta te sorprende, te lleva a descubrir cosas de ti mismo que no sabías que tenías, te sorprende al enseñarte tu verdadera naturaleza, puro amor y gratitud. Fluye con ellos, déjate llevar.

El corazón es la sede del amor y la gratitud…Este lugar de tu cuerpo es el que guarda la semilla de la gratitud, de donde nace el amor, de donde nace la felicidad. Acude a tu corazón, siéntate calmadamente y lleva tus manos al pecho, siente su latido, su presencia silenciosa. Tras contactar con tu corazón, dedica dos o tres minutos a agradecer aquellas cosas y personas que hacen que tu vida sea más brillante, más interesante, más significativa. Intenta sentir cómo la gratitud se expande desde tu corazón a todo tu cuerpo, a tu mente y cómo también traspasa tu piel para compartir esta emoción con toda la humanidad, con todo el planeta, con todo el universo. Esta práctica tan sencilla te ayudará a crecer interiormente, te hará sentir equilibrado y sereno. Incorporar este hábito a tu día a día, lo cambiará todo, te transformará por completo.

 

Recuerda que la gratitud es una de las muchas maneras en que el amor se expresa. Tú eres puro amor, tú eres pura gratitud.

 

Elena Alameda Jackson

Licenciada en Psicología por la Universidad Complutense de Madrid. Especialidad en Psicología Clínica y de la Salud. Máster en Psicooncología por la Universidad Complutense de Madrid.

Psicóloga habilitada para ejercer actividades sanitarias en todo el país. Experiencia profesional en Psicología Online, Formación a Profesionales y Colaboradora de la editorial Formación Alcalá.

Psicóloga de We Doctor

Solicitud de consulta online con Elena: https://tuconsulta.we-doctor.com/agenda/3080192

En muchas ocasiones hemos oído hablar de la agorafobia como el miedo a los espacios abiertos, a salir de casa, etc. Pero realmente es un trastorno psicológico mucho más complejo, es “miedo al miedo”, la agorafobia es el miedo a sufrir un ataque de ansiedad en lugares donde la persona interpreta que es difícil salir, o que se se puede sentir avergonzado o indefenso. Normalmente la persona con agorafobia se expresa en los siguientes términos: “y si me da una crisis de ansiedad estando en.., y si…”

Concretamente es un estado de temor a que se repita el ataque de ansiedad, lo que provoca una atención exagerada a cualquier sensación corporal o síntomas parecidos a los que se tuvo en aquel momento. Es decir, desarrollamos este tipo de trastorno después de haber sufrido un ataque de ansiedad, después de haberlo pasado bastante mal y apoderarse de nosotros un miedo intenso a que esto pueda repetirse. Lo hace más complicado la falta de control del ataque de ansiedad, el origen y la incertidumbre de cuándo volverá a repetirse.

Los síntomas típicos de la agorafobia comprenden el miedo a :

  • Salir de casa solo.
  • Multitudes (conciertos, grandes almacenes) o esperar una fila.
  • Espacios abiertos como la calle, plazas …
  • Espacios cerrados como cines, ascensores..
  • Transportes como avión, tren o autobuses.

Al prestar tanta atención al cuerpo y a las sensaciones se desarrolla una actitud hipervigilante que provoca que se incrementen los síntomas de la ansiedad. Por ejemplo, el tic-tac de un reloj siempre pasa desapercibido, pero si se empieza a prestar atención, será difícil dejar de escucharlo. Igualmente ocurre con las sensaciones del cuerpo, si comenzamos a buscar señales de ansiedad, el simple hecho de observarnos asustados hará que las encontremos y sin darnos cuenta, habremos sido nosotros mismos quienes activemos la zona de alarma despertando la ansiedad.
Por el “miedo a que me pueda dar…” es frecuente que evitemos lugares, grandes superficies, transportes, quedarnos solos en casa, etc. Todo esto limita nuestra vida y genera un enorme malestar diario.

¿Qué es un ataque de pánico?

Es un periodo de miedo o malestar intenso en el que al menos cuatro de los siguientes síntomas aparecen súbitamente y alcanzan gran intensidad en los diez minutos siguientes:
1. Palpitaciones o ritmo cardíaco acelerado.
2. Sudoración.
3. Temblores o sacudidas.
4. Falta de aliento (disnea) o sensación de ahogo.
5. Sofocación.
6. Dolor o molestias en la zona del corazón.
7. Náuseas o molestias abdominales.
8. Mareo, sensación de inestabilidad, sensación de pérdida de conciencia.
9. Percibir las cosas o percibirse a sí mismo de forma extraña, sensaciones de
irrealidad o despersonalización.
10. Miedo a volverse loco o a perder el control.
11. Miedo a morir.
12. Agarrotamiento muscular, principalmente en las extremidades.
13.Parestesias (adormecimiento de las extremidades o sensación de cosquilleo).
14. Escalofríos o acaloramientos.
15. Movimientos desorganizados y torpes.
16. Dificultades de expresión verbal, incluso tartamudeo.
17. Inseguridad, preocupación, dificultad para tomar decisiones.

El proceso de un ataque de pánico: origen y mantenimiento

El proceso de un ataque de pánico empieza con un estímulo interno (sensación corporal, imagen o pensamiento) o externo (situación o lugar temidos). La persona se siente amenazada por ese estímulo por razones variadas como excesiva autoatención, condicionamiento previo, contenido del pensamiento, anormalidad de una sensación…., entonces el sujeto responde con una respuesta de miedo con manifestaciones fisiológicas como aceleración del ritmo cardiaco, opresión del pecho, respiración agitada, mareo, sensación de irrealidad. El sujeto interpreta estas respuestas como indicadoresde un posible problema tremendo, de que algo le va a ocurrir, como por ejemplo un ataque cardiaco, un desmayo, etc. Esto hace que el sujeto perciba las sensacionescomo amenazantes lo que incrementa las respuestas fisiológicas, entrando la personaen un círculo vicioso que culmina con el pánico o la angustia. La clave está en las interpretaciones catastróficas de las sensaciones corporales y no estas en sí mismas, lo que lleva al pánico.

Mantenimiento del Trastorno de Pánico:

  1. Debido al miedo a ciertas sensaciones, la persona se vuelve hipervigilante, centra la atención en sí misma.
  2. La persona por el miedo a que aparezca un nuevo ataque, suele evitar y/o escapar de situaciones o actividades que le llevan a experimentar las sensaciones que teme. Esta evitación le impide a la persona comprobar si las interpretaciones de sus sensaciones son erróneas.

Causas de la agarofobia:

  1. El miedo anticipatorio: el estar pensando continuamente “¿y si sufro una crisis de ansiedad y no puedo salir y si los demás se van a dar cuenta…?” provoca que la ansiedad se active, se vive con el temor a que aparezca. Es el “miedo al miedo.”
  2. Actitud hipervigilante: de las reacciones y síntomas de nuestro cuerpo.
  3. Asociar situaciones con ansiedad, o bien porque haya aparecido ansiedad en algún momento, o bien porque nos lo hayan contado o lo hayamos visto.
  4. La evitación/escape: sentimos ansiedad y no esperamos lo suficiente a que esta disminuya, el miedo nunca desaparecerá. Si no evitamos la situación de estrés e intentamos permanecer en ella, llegará un momento en el que desaparecerá. Si escapamos de la situación de estrés cuando estamos en el punto más alto de ansiedad, la siguiente vez que estemos en esa situación o similares, nuestro cerebro recordará la ansiedad tan alta que tuvimos y automáticamente esta se disparará.

Tratamiento de la agorafobia:

A lo largo de mis años de experiencia he podido comprobar que para la intervención de los trastornos de ansiedad y en concreto para la agorafobia, las mejores técnicas son las cognitivo-conductuales: exposición al miedo, cambio del pensamiento catastrofista…

Cuando el miedo limita nuestras vidas, lo mejor es ponerse en manos de un profesional que nos explique lo que nos está ocurriendo y cómo superarlo.

 

Eva Fernández Fernández
Psicóloga Licenciada por la Universidad Autónoma de Madrid, especializada en Psicología Clínica.
Colegida M-11078
www.psicologaevafernandez.com

Psicóloga de We Doctor.

Solicitud de consulta online con Eva: https://tuconsulta.we-doctor.com/agenda/4456530