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Una de las situaciones que es probable que vivamos en el siglo XXI, es la de ser hospitalizados o acudir a urgencias ante la necesidad de una atención sanitaria urgente. La hospitalización es un acontecimiento estresante para el paciente y la familia/cuidadores porque supone adentrarse en un universo desconocido, donde las normas, horarios y rutinas diarias son muy diferentes a las que están acostumbrados en sus hogares.

Creo que humanizar el trato que los profesionales de la salud tenemos con los pacientes es muy necesario en cualquier contexto en el que ejerzamos, pero aún lo es más en el entorno hospitalario. Ser humanos ante la hospitalización, reduce el estrés de los pacientes, su ansiedad e incertidumbre, emociones todas ellas que son capaces de alterar aún más el cuerpo y la mente del enfermo, lo que no solo afecta al malestar experimentado por él o ella, sino que además también pueden reducir la eficacia de los tratamientos administrados.

El título de este post indica que nos convirtamos en exploradores de la humanidad de los pacientes y no solo de las enfermedades y patologías que experimentan. Para alcanzar este objetivo, siempre debes recordar que cada persona es única, que ha vivido una serie de experiencias muy concretas que le han llevado a ser como es, a vivir la enfermedad con temor o calma, a afrontar la hospitalización como una parte más de la vida o como algo muy amenazante. Si no sabes lo que significa la hospitalización para cada paciente, te centrarás en la enfermedad física y lograrás solucionarlo, pero la adherencia al tratamiento y efectividad del mismo, puede estar en peligro por el abandono del mundo emocional del enfermo.

Cuando te aproximas a la cama del paciente ingresado en el hospital, sé consciente de la pérdida de control total que tiene sobre la situación que está viviendo, del miedo que puede tener a la información que le proporcionas -o a la ausencia de ella- y a los procedimientos a los que será sometido. Toda esta experiencia provoca un gran malestar que tú puedes reducir con tu presencia calmada y tranquila, tomándote un tiempo para sentarte junto al enfermo, haciéndole saber que no tienes prisa, preguntando cómo se encuentra y cómo se siente anímicamente, usando el tacto para tomar su mano cuando percibes su angustia, tristeza y lágrimas, dando un pañuelo para que se limpie la nariz.

En ocasiones, cuando la angustia del paciente es muy intensa, tu mera presencia silenciosa es capaz de calmar más que miles de palabras, por lo que no temas a los silencios, éstos te ayudan a hacerte más presente, haciéndole saber al enfermo que no está solo, que puede hablarte de sus emociones, que no saldrás huyendo ante su sufrimiento. También es importante que sepas que tu sonrisa es capaz de reconfortar mucho al otro, es un refugio para la mente inquieta del paciente. Tu sonrisa es capaz de transformar un día oscuro en uno luminoso y lleno de esperanza. Entra a las habitaciones con tu sonrisa puesta, como llevas tu bata y recuerda también sonreír cuando finalizas la visita. Cada uno de estos gestos sutiles, son muy importantes para el paciente ingresado.

He vivido varias hospitalizaciones de mis abuelos y de mi padre, lo que me ha ayudado a comprender lo estresante que es el contexto hospitalario tanto para el paciente como para los familiares y cuidadores. Éstos últimos suelen caer en el olvido de las rondas diarias, dirigiéndose a ellos solo para informar muy cautamente del estado del paciente, los posibles diagnósticos y tratamientos. La incertidumbre de no saber lo que le ocurre a un ser amado, es una experiencia profundamente desoladora, pues la mente tiende a imaginarse los peores escenarios ante la falta de información, preparándose para el posible golpe que pueda llegar. Por eso es tan importante que también tengas en cuenta a los familiares y cuidadores principales, especialmente de aquellos que suelen acompañar más tiempo a los pacientes, pues son quienes afrontan la parte más difícil de la hospitalización: escaso descanso, fatiga, falta de apetito, abandono de otras responsabilidades, en ocasiones convirtiéndose en equilibristas de tareas, compaginando su actividad habitual con la hospitalización -trabajo, familia, cuidar de otros miembros de la familia, atender a los hijos, realizar las tareas del hogar, etc.-

Otro hito muy importante en este universo extraño para el paciente y sus familiares/cuidadores, es el del alta hospitalaria. El alta siempre ha de ser planificada adecuadamente, informando al enfermo y acompañantes del itinerario a seguir a partir de ahora -derivación al centro de salud de atención primaria, derivación a especialistas, curas a realizar en casa, etc.- Una parte muy importante hace referencia a las pautas y consejos post-hospital, pues éstos han de ser personalizados en base a la capacidad funcional del paciente previa a ser hospitalizado y la que podrá mantener tras el alta teniendo en cuenta su edad y las secuelas del ingreso hospitalario. Por otro lado, es importante que desde enfermería, se dedique al menos un día a enseñar al familiar o cuidador principal que va a realizar las curas en el hogar, ya que debemos pensar que éstos no son profesionales y por tanto deben aprender cómo curar de manera óptima para evitar re-ingresos hospitalarios o recaídas indeseadas.

El hospital es un lugar donde podemos ser testigos de la enfermedad y la muerte, pero también de la recuperación de la salud y la vida. Es un lugar lleno de ambivalencias que podemos equilibrar con nuestro trato humano al enfermo y a sus acompañantes, atendiendo a la salud física y también a la emocional, siendo conscientes de que cada ser humano es único y llevando con nosotros nuestra sonrisa y calma.

Soy consciente de que la formación de los profesionales de la salud, pocas veces se detiene en el mundo emocional del paciente, familiares-cuidadores y del propio profesional, por lo que esta ausencia de formación, me ha llevado a escribir mi sexto libro “Habilidades Emocionales en la Hospitalización”. En este manual hago un repaso sobre la importancia de establecer una buena relación de ayuda, describo pautas de comunicación esenciales tanto con los pacientes como con los familiares y cuidadores. Como no puede faltar, también incorporo varios capítulo donde aprenderás a identificar el trayecto que vive el paciente a nivel emocional, cómo las enfermedades agudas y crónicas se asocian a problemas emocionales y cómo éstos pueden retrasar la recuperación o minimizar el efecto de los tratamientos. Además, incluyo dos capítulos para el auto-cuidado de los profesionales de la salud, pues es bastante común sentirse exhausto emocionalmente. Saber escucharnos a nosotros mismos y poner en práctica pautas básicas de auto-cuidado, nos puede proteger del síndrome de burnout y nos ayudan a disfrutar plenamente de nuestro trabajo.

 

Si deseas informarte un poco más sobre este manual, puedes acudir a la página web de la editorial:

https://www.faeditorial.es/editorial/psicologia-psiquiatria/habilidades-emocionales-en-la-hospitalizacion-libro

 

Nunca olvides que eres un sanador no solo por tus conocimientos técnicos, eres capaz de sanar al paciente cuando te tomas un tiempo junto a él o ella, cuando escuchas, acoges y exploras su mundo emocional. Eres capaz de hacer que este mundo sea un poco más humano.

 

Elena Alameda Jackson

Licenciada en Psicología por la Universidad Complutense de Madrid. Especialidad en Psicología Clínica y de la Salud. Máster en Psicooncología por la Universidad Complutense de Madrid.

Psicóloga habilitada para ejercer actividades sanitarias en todo el país. Experiencia profesional en Psicología Online, Formación a Profesionales y Colaboradora de la editorial Formación Alcalá.

Psicóloga de We Doctor

Solicitud de consulta online con Elena: https://tuconsulta.we-doctor.com/agenda/3080192

 

Los profesionales de la salud -médicos, personal de enfermería, psicólogos, trabajadores sociales, fisioterapeutas, etc.- ejercemos nuestra profesión desde nuestra perspectiva personal y única, en base a lo aprendido y también en torno a nuestra esencia. La vida puede hacer que nos endurezcamos y perdamos poco a poco nuestra humanidad, lo que solo provoca que nos alejemos de nosotros mismos, protegiéndonos del sufrimiento ajeno y perdiéndonos a nosotros mismos por el camino.

La medicina científica ha desterrado las emociones de la relación profesional-paciente. Considero que esto se ha realizado por miedo a no saber aproximarse adecuadamente a una persona que sufre y que puede contagiar sus emociones, “debilitando” así la fortaleza del profesional. Creo que esta manera de relacionarse con las emociones es anticuada y poco realista, pues las emociones son nuestras aliadas, nos muestran soluciones inesperadas y nos ayudan a tomar decisiones de manera práctica y certera. Así pues, mi consejo es que los profesionales no os apartéis de las emociones de vuestros pacientes, aunque sí debéis conocerlas y regularlas. El objetivo es que no temáis a las emociones, aproximaos a ellas con cariño y comprensión, dejad que os muestren el mundo emocional que todos llevamos dentro, resonad con ellas.

Mi experiencia profesional me ha ayudado a identificar algunas maneras esenciales de humanizar la relación con los pacientes. A continuación te muestro algunos de mis descubrimientos y de los principios desarrollados por Carl Rogers:

  • Sé genuino y coherente: Es lo mismo que decir “sé tú mismo”. En ocasiones pensamos que ser un buen profesional requiere dejar a un lado nuestra manera de ser y experiencias, convirtiéndonos en seres asépticos que parecen no tener vida más allá de la consulta o del hospital. Ser humano en las relaciones con los pacientes, pasa por mostrarte natural incluso compartiendo experiencias personales más o menos profundas que te ayudan a conectar con el paciente. La coherencia se expresa cuando lo que sentimos en nuestro interior, se refleja en nuestras palabras y gestos con los demás, cuando nos sentimos bien en nuestra propia piel.
  • Evita juzgar a los demás: Los juicios y críticas nos alejan de nosotros mismos y de los demás, por ello uno de los pilares esenciales de la humanización, es la de no juzgar al otro por sus decisiones o por quién es. Para llegar a este punto, debemos haber interiorizado que todos somos iguales, que cada persona es única y esa unicidad es algo bello que debemos explorar para adaptar nuestra comunicación y atención a las necesidades del otro. Cuando no juzgamos, somos capaces de liberarnos de la insatisfacción que en ocasiones sentimos.
  • Acoger el sufrimiento del otro: Los centros de salud y hospitales son lugares donde el sufrimiento se materializa. No solemos prestar mucha atención a este tema pero los pacientes llevan a sus espaldas dolores, miedos, tristeza, frustración, ansiedad y un profundo deseo de recuperar la salud física y mental. Acoger este sufrimiento lo podemos hacer por medio de una pregunta tan sencilla como “¿Cómo se encuentra hoy?”, explorando así lo que hay más allá de la enfermedad, acudiendo a la esencia misma de ese otro ser humano único con el que compartimos un momento de nuestra vida.
  • Confianza plena en las capacidades del paciente: Tu capacidad sanadora va más allá de las técnicas aprendidas en tu profesión, sanas cuando escuchas al paciente más allá de sus palabras, más allá de sus síntomas, cuando te interesas por su mundo emocional, cuando no tratas de calmar su angustia con palabras vacías, cuando confías plenamente en la capacidad de esa persona única para mejorar y recuperar su salud. La aceptación total, sincera y plena de quien es el otro y de su capacidad para solventar sus problemas, es algo escaso en la vida cotidiana y el hecho de que un profesional muestre esta actitud, puede llenar de energía al paciente y devolverle parte de la auto-confianza perdida.Una manera sencilla y rápida de hacerle saber al enfermo que confiamos plenamente en él o ella, es identificar sus “puntos fuertes”, aquello en lo que sobresale y de lo que no siempre es consciente. Observarás que hay pacientes que son capaces de regular su ansiedad, que son luchadores natos, que buscan ayuda cuando lo necesitan, etc. Expresar en voz alta estas características positivas, llenan de fuerza a la otra persona y les ayuda a afrontar su sufrimiento con una actitud más positiva, conscientes de que son capaces de afrontar esta etapa vital compleja.
  • Cuidar más allá de la curación: El objetivo primordial de la medicina es curar al paciente enfermo para restablecer su salud o al menos reducir lo máximo posible las secuelas de la enfermedad. Sin embargo, en este camino de lucha constante contra la enfermedad, se nos olvida el poder sanador del cuidado. Cuidamos a una persona cuando nos interesamos por sus necesidades y deseos, cuando preguntamos por cómo se siente, cuando acogemos su sufrimiento, nos sentamos junto a él o ella, tomamos su mano y enlazamos nuestro mundo emocional al suyo. El cuidado es un potente recurso humanizador y permite afrontar la enfermedad con una actitud más positiva y calmada.
  • Vivir en el presente y ser un profesional consciente: Los seres humanos somos capaces de vivir en el pasado o en el futuro, perdiéndonos la experiencia del presente. El aquí y ahora es el único momento que existe, pues el pasado suele ser fuente de tristeza y melancolía, mientras que el futuro es la fuente donde nace la ansiedad y el temor por anticipar sucesos que no sabemos si van a ocurrir. Podemos vivir en el presente reflexionando sobre nosotros mismos, atendiendo a mis emociones y regulándolas. Cuando vives en el presente, te puedes mostrar más dispuesto a realizar esto mismo con sus pacientes, hallando la manera de incorporar tu propia humanidad en la relación de ayuda que estableces con tus pacientes.

Para mí la humanización de la salud se desarrolla cuando establecemos una relación con el paciente y sus familiares o cuidadores en torno a los elementos comentados anteriormente, pero también cuando el profesional sabe que las emociones del paciente tienen una influencia directa en su salud, cuando es consciente de que estar triste no es lo mismo que tener un trastorno depresivo mayor, cuando identifica la sintomatología ansiosa como diferente de un trastorno de ansiedad, cuando conoce que los efectos del estrés crónico es nocivo para la salud y cuando es consciente de que su papel clave en torno a la salud mental, es derivar a los profesionales especializados en este tema.

 

 

Elena Alameda Jackson

Licenciada en Psicología por la Universidad Complutense de Madrid. Especialidad en Psicología Clínica y de la Salud. Máster en Psicooncología por la Universidad Complutense de Madrid.

Psicóloga habilitada para ejercer actividades sanitarias en todo el país. Experiencia profesional en Psicología Online, Formación a Profesionales y Colaboradora de la editorial Formación Alcalá.

Psicóloga de We Doctor

Solicitud de consulta online con Elena: https://tuconsulta.we-doctor.com/agenda/3080192