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Los profesionales de la salud tenemos el honor de aproximarnos a la vulnerabilidad de otras personas. Puede ser el paciente que llega a consulta por unos síntomas poco habituales en él o ella, quien llega a la revisión anual, o aquella persona que nota cambios en su estado anímico y necesita una guía para recorrer el camino del auto-descubrimiento y el cambio. Todas estas personas confían en nosotros aun sin conocernos, nos muestran una faceta vulnerable que no suelen mostrar con otras personas por temor a ser rechazadas o a que sean juzgados como “débiles”.

Considero que depositar en un profesional esa confianza tan personal y única, es un regalo que nos hacen los pacientes cada día y precisamente por ello, debemos cuidar al otro, debemos atender al otro desde la calma, la empatía y compasión. El eje central de respetar y cuidar la vulnerabilidad ajena, es la aceptación incondicional del otro, de quién es, de su biografía, de sus fortalezas, de sus circunstancias vitales.

Humanizar el trato al paciente desde la aceptación incondicional, requiere de nosotros un esfuerzo consciente, sabiendo que la otra persona es alguien único, donde su biografía, experiencias y emociones, tienen una influencia directa en su salud, atendiendo de manera personalizada a cada paciente. Considero que para alcanzar esta aceptación incondicional, podemos hacer varias cosas, entre ellas:

  • Confiar plenamente en la capacidad de la otra persona para gestionar su salud: La confianza ha de ser bidireccional, de modo que el paciente confíe en nosotros pero nosotros también confiemos en él o ella, en su capacidad para cuidarse y sentirse mejor. Confía también en la capacidad que tenemos los humanos de cambiar, de hecho una de las verdades más importantes de la vida, es que todo cambia y es la naturaleza impermanente de nuestra existencia la que asegura que podemos cambiar hábitos, que podemos cuidarnos más y mejor. Transmitir la idea de que el paciente puede hacer muchas cosas para mejorar su salud (cambios en la dieta, introducción de ejercicio físico, cuidarse emocionalmente, realizar actividades de ocio, etc.) es tan importante como el diagnóstico y la adherencia al tratamiento farmacológico.
  • No hay “casos perdidos”: Puede ser tentador que con algunas personas pienses: “este es un caso perdido, lo hemos intentado todo y nada funciona”. Cuando tengas este tipo de pensamientos has de reflexionar en la energía negativa que guardan en su interior estas palabras y en las emociones de impotencia, frustración y abandono que te provocan, lo que sin duda te llevará a juzgar al paciente, a no aceptarle tal y como es en cada momento. Las personas cambiamos constantemente y si el paciente ve en ti una figura que le acoge y acepta, es probable que halle en ti y en vuestra relación de ayuda, la fuerza necesaria para responsabilizarse de su salud.
  • Ser empático y compasivo: En el anterior artículo que compartí contigo sobre la humanización, te hablé de la importancia de la empatía y compasión, dos emociones complejas que son los pilares sobre los que se asienta la humanización del entorno sanitario. Tu capacidad empática te permite conectar con el paciente, comprender lo que siente y lo que piensa, tu capacidad compasiva es la que te permite movilizar tu ayuda para reducir el sufrimiento del paciente. Si deseas ser un profesional más humano, la empatía y compasión son tus dos grandes herramientas.
  • El amor es el que guía esta aceptación incondicional: Es probable que te suene extraño que hable de amor en el entorno profesional, pues nos han hecho creer que el amor solo lo puedes sentir por tus seres queridos o con personas con quienes tengas un trato más personal y profundo. Lo cierto es que el amor es el que te ha guiado en tu profesión, es el que te hace acudir cada día a la consulta, es el amor por la humanidad y tu deseo de ayudar el que te ha dado la fuerza necesaria para estudiar una profesión tan importante y que ha requerido de ti tanto esfuerzo. El amor es la energía más poderosa del universo y cuando somos capaces de compartirla con los demás, los cambios parecen más sencillos.
  • Vincularnos emocionalmente para aceptar de manera incondicional: La empatía te ayuda a conectarte emocionalmente con los demás, pero para alcanzar la aceptación incondicional, además debemos vincularnos al otro y esta vinculación requiere de nosotros interés en saber quién es la otra persona, sintiendo genuina curiosidad por conocerle mejor. Hay algunas maneras muy sencillas para vincularte emocionalmente con los demás: sé amable, muestra interés, sonríe, mantente en sintonía con las emociones del paciente -mostrándote preocupado cuando él o ella expresan preocupación, manteniéndote esperanzado, etc.- sé respetuoso y honesto, mantente atento y flexible.
  • Acéptate incondicionalmente a ti mismo: Solo de la aceptación incondicional de nosotros mismos, puede nacer ese espacio de aceptación absoluta de la realidad, de los demás, de la impermanencia y amor. Aceptarnos a nosotros mismos puede ser la mayor tarea que realicemos en nuestra vida, ya que en ocasiones somos nuestros peores jueces y críticos, nos hemos convertido en esa figura atemorizante que solo sabe reprocharnos cosas. Aceptarnos incondicionalmente requiere que te tomes tiempo para ti mismo, para entrar en contacto con tu esencia. Son muchas las actividades que te ayudan a alcanzar este nivel de serenidad: meditar, hacer ejercicio, practicar yoga, escuchar música, caminar, acudir a la naturaleza, la jardinería, cocinar, etc. Solo si te sientes a gusto en tu propia piel, podrás ayudar a otros a que se sientan satisfechos de su vida y afronten los retos con esperanza y confianza en sí mismos.
  • Sé auto-compasivo: Durante mucho tiempo hemos malinterpretado la auto-compasión, comparándola a la lástima por uno mismo. En realidad la auto-compasión es el camino que te ayuda a aceptarte plenamente, no se basa en acentuar tus debilidades sino en saber que en realidad no posees debilidades y que en erealidad todo son fortalezas, son cualidades que te ayudan a avanzar en esta vida y crecer. A continuación comparto contigo unos párrafos de una meditación de auto-compasión que puedes leer e interiorizar cuando necesites reducir la auto-critica y aumentar la auto-aceptación.

Cada vez que te sientas estresado, cansado, culpable, avergonzado o incluso comiences a sentir desprecio por ti mismo… recuerda que el sufrimiento es pasajero y que es algo que compartes con todos los seres humanos… Repite para ti mismo: que pueda encontrar la paz… que mi felicidad siga creciendo… que pueda liberarme de la tristeza… que pueda estar libre del sufrimiento físico…. que me pueda cuidar, amar y ser amado… que sea feliz”… Siente la fuerza de estas palabras…

Recuerda que el trasfondo que existe en esta aceptación, es el amor por el ser humano único que ha llegado hasta nuestra consulta, aceptando que el otro es como es, sin intentar cambiarlo, visualizando lo que podría alcanzar y trabajando junto a él o ella para alcanzar esos objetivos. Iluminas con tu presencia el a veces oscuro camino de la enfermedad, así de poderoso eres.

 

 

Elena Alameda Jackson

Licenciada en Psicología por la Universidad Complutense de Madrid. Especialidad en Psicología Clínica y de la Salud. Máster en Psicooncología por la Universidad Complutense de Madrid.

Psicóloga habilitada para ejercer actividades sanitarias en todo el país. Experiencia profesional en Psicología Online, Formación a Profesionales y Colaboradora de la editorial Formación Alcalá.

Psicóloga de We Doctor

Solicitud de consulta online con Elena: https://tuconsulta.we-doctor.com/agenda/3080192

En este camino de la humanización que estás recorriendo conmigo, estás aprendiendo que humanizar el trato con los pacientes te lleva a ser más humano en todas tus relaciones sociales. Cuando te das cuenta de que los demás sufren y sienten alegría como te ocurre a ti mismo, te haces consciente de la humanidad que a todos nos une y que el papel de profesional en el que ahora te encuentras, no es eterno, es algo temporal, pues tú también serás paciente algún día.

Creo que el proceso deshumanizador que se ha extendido en las profesiones de la salud como una epidemia, se debe a la hiper-especialización que actualmente tenemos los profesionales. Cuando eres especialista en algo, todo tu mundo y universo profesional gira en torno a ese tema (en el caso de los médicos, tu especialidad marca que tu universo profesional sea el corazón, el intestino, el cerebro, los pulmones, etc.), casi como si los pacientes que acuden a tu consulta a diario, solo fueran ese órgano en el que eres experto, olvidando por completo que el cuerpo humano es una compleja máquina compuesta por 50 billones de células que se comunican entre sí constantemente.

Este ser vivo complejo que somos los humanos, en realidad es un compendio de células que se comunican independientemente de dónde se encuentren y del órgano al que pertenezcan, así, hoy en día sabemos la conexión que se produce entre el intestino y el cerebro y cómo la microbiota intestinal cumple un papel muy importante en el estado anímico, también sabemos que el corazón tiene neuronas especializadas que se comunican con el cerebro y le da instrucciones esenciales a éste, influyendo en las emociones que sentimos y en las hormonas que segrega el resto de nuestro cuerpo.

Por todo ello, considero que es estupendo que seas especialista en aquello en lo que te has formado, pero nunca olvides que los pacientes son mucho más que su enfermedad y que el funcionamiento de un órgano impacta en el funcionamiento de todo el cuerpo y toda la mente. Nunca te olvides de tratar al paciente de manera holística, teniendo en cuenta todo su cuerpo, mente y emociones, pues éstas también cumplen un importante papel en la regulación de la salud o en el agravamiento de la enfermedad.

Considero que para humanizar realmente nuestro trabajo, debemos desarrollar dos emociones esenciales, la empatía y compasión. Sé que estas palabras probablemente no te digan demasiado, por eso a continuación explicaré algo más de ellas desde una perspectiva más espiritual, centrándome en la perspectiva del budismo. No te preocupes porque también te daré algunas pautas para poder desarrollarlas contigo mismo y los demás.

  • EMPATÍA: Esta emoción es la que nos permite conectar con las vivencias de otras personas, con su sufrimiento y también su alegría. La empatía es la que te ayuda a conocer cómo es la vida para esa persona y por tanto, cómo vive la enfermedad esta persona única que tienes frente a ti.

Un componente esencial de la empatía, es que comprendemos a la otra persona pero no la juzgamos.  Tal vez en tu trabajo diario, te des cuenta de que ciertas situaciones de enfermedad se producen por un estilo de vida poco saludable y tal vez en tu mente, surja esa vocecita que te dice “esta persona no se cuida, por eso está enferma, debería…”. Si en alguna ocasión has tenido ese tipo de pensamientos con algún paciente, has de saber que le estás juzgando y culpando por su problema de salud y desde la culpa no podrás ayudar genuinamente a que el otro aprenda a cuidarse, con la culpa le arrebatas su poder interno para regular su salud. Sé que todo esto lo haces de manera inconsciente, los juicios son algo tan habitual en el siglo XXI, que ni siquiera somos conscientes de cuándo los estamos poniendo en práctica, pero este artículo tiene la misión de hacerte consciente de estos pensamientos que puedes tener habitualmente y que limitan tu capacidad sanadora.

La empatía es una expresión del amor que llevas en tu interior. Ese amor es el que hace que te preocupes por lo que otra persona está viviendo, es el amor el que te ayuda a acompañar en los peores momentos, cuando más sufrimiento sienten los demás, es el amor el que te protege del agotamiento emocional. Es el amor el que te ayuda a conocerte mejor y a cuidar a los demás de manera genuina.

La empatía se experimenta como una gran apertura emocional y mental hacia lo que otra persona piensa y siente, sin juzgar, sin criticar, sin culpar, tan solo observando, aproximándonos al universo único en el que vive el otro, con amabilidad y cuidado, dejándonos sorprender por esa manera diferente de vivir y sentir, asombrándonos por la idea de que cada persona es única y cada cual interpretamos y sentimos la vida y las experiencias de manera única. Para mantener esta actitud curiosa y de gran apertura, has de estar presente en tu propia piel al tiempo que te dejas guiar por lo que te muestra la otra persona. La empatía es la puerta hacia la sabiduría, amplificando así tu capacidad de ayuda.

PAUTAS PARA DESARROLLAR TU EMPATÍA:

  1. Mantente en el presente. Cuando estamos en el presente, atendemos plenamente a lo que ocurre a nuestro alrededor, a lo que sentimos nosotros mismos y a lo que sienten los demás. En tu consulta o ronda diaria en el hospital, mantenerte en el aquí y ahora, te permitirá una mejor comprensión del problema de tus pacientes, rendirás mejor y sentirás el enorme potencial sanador que hay en ti. Seguramente te estés preguntando cómo puedes mantenerte en el presente, especialmente cuando tu mente parece ir a mil por hora. El gran recurso que te propongo, es la respiración. Tu respiración es el ancla al presente, de modo que cuando estés frente a un paciente, atendiendo a su experiencia y palabras, deja un pequeño hueco de consciencia para centrarla en tu respiración, en cómo el aire entra y sale de tu cuerpo. Puedes practicarlo con cualquier actividad: mientras conduces, mientas escribes en el historial del paciente, mientras lees tus emails, al cocinar, al lavarte los dientes, etc. La respiración consciente te ayuda a estar aquí y ahora, en tu propia piel, en tu propia vida.
  2. Actitud de apertura hacia la vivencia del otro y hacia la propia. Si practicas la respiración consciente de manera habitual, te darás cuenta de que comienzas a tener una visión amplia de las experiencias que vives, apegándote menos a la parte positiva o negativa que puedan tener. Aplicado a la relación profesional que estableces con tus pacientes, has de saber que esta apertura es la base de la empatía. De este modo acoges en tu mente y corazón lo que es importante para la otra persona, ya no le quitas importancia a su sufrimiento, tan solo observas y acompañas en plena tormenta emocional.
  3. Experimentar la serenidad: Cuando practicas la respiración consciente e incluso meditas, comienzas a sentir una gran serenidad y equilibrio emocional. Esta serenidad interna, te permite ser empático sin contagiarte de las emociones ajenas, aprendes a no dejarte arrastrar por tu subjetividad, no te apegas a tu manera de ver las cosas, perspectivas que tienden a deformar la realidad. Cuando quieres sentir serenidad en tu interior, observa tu respiración e imagina que es una manera eterna que te calma y te permite fluir con la vida.
  4. Comunicación verbal y no verbal humanizada. En esta serie de artículos sobre la humanización, ya has aprendido lo importante que es la manera en que te comunicas con tus pacientes, cómo las preguntas son una herramienta esencial que tienes a tu alcance para averiguar más del otro y cómo tus gestos tienen un enorme poder comunicativo. Repasa los post donde hablo de estos temas para refrescar tu memoria, porque todas esas pautas comunicativas que te he ido mostrando, son maneras de ser empático en tu trabajo diario.

 

  • COMPASIÓN: Otra emoción que considero clave en las profesiones de la salud (y en la vida en general) es la compasión. Creo que durante mucho tiempo se ha malinterpretado el enorme poder de la compasión y lo hemos sustituido por el de lástima, cuando en realidad la compasión nos ayuda a crecer y a comprendernos mejor a nosotros mismos y a los demás.

La compasión es esa emoción que nace en tu interior cuando observas el sufrimiento de otra persona y sientes la necesidad de aliviar su sufrimiento, de reducir ese profundo malestar y angustia que el otro siente. La compasión nace de la empatía, de modo que si no conectas a nivel emocional con la otra persona, no podrás sentir compasión en tu corazón. La compasión es la máxima expresión del amor incondicional, donde tú mismo te expones al dolor emocional con tal de ayudar a otra persona, con tal de aliviar su carga. Sé que temes a la compasión porque deja al descubierto tu vulnerabilidad, tu humanidad más profunda, pero has de saber que cuando no temes lo que tú mismo sientes, te das cuenta de que en realidad esa vulnerabilidad, tu capacidad de sentir el dolor propio y ajeno, es una gran fuerza que habita en tu interior.

En el budismo, la compasión es entendida como el deseo de que el sufrimiento cese (en uno mismo y en los demás). Considero que para que la compasión sea efectiva, debe ir unida a la bondad amorosa, ese profundo deseo de que todos los seres vivientes sean felices. Creo que la compasión requiere desear que el sufrimiento acabe y por ello mismo, deseamos la felicidad y alegría en otros y en nosotros mismos. ¿Alguna vez habías pensado en la compasión de esta manera?

Saber que tus pacientes experimentan sufrimiento pero que también pueden alcanzar la felicidad y alegría, es una de las razones más importantes para mostrarte compasivo, pues tu bondad y amabilidad innatas guían tus palabras, gestos y conductas hacia quien está enfermo. La compasión no te debilita, te hace más fuerte. Nunca olvides que el sufrimiento es lo que nos permite avanzar y seguir creciendo, las dificultades de la vida son catalizadores de nuestra evolución. Visto de esta manera, incluso las malas experiencias esconden en su interior un enorme potencial sanador.

 

PAUTAS PARA DESARROLLAR TU COMPASIÓN:

  1. Practica la escucha consciente. Ya te hablé en otro post sobre la escucha activa y consciente, ya sabes que la escucha es la base del aprendizaje y la sabiduría. Tu disposición para escuchar, es algo que sienten las personas que te rodean, ya que creas un espacio libre de juicios donde los demás pueden decir cualquier cosa, sintiéndose apoyados. Cuando te sincronizas con tu interlocutor, la comprensión es instantánea y tu mera presencia es sanadora.
  2. Practica la comunicación consciente. Tanto las palabras que usas como lo que comunicas no verbalmente, expresan tu compasión. Hacer preguntas que se adaptan al discurso de la otra persona, a lo que siente y piensa, saber cuándo es necesario hablar y cuándo callar, cuándo tomar la mano de la otra persona porque es un gesto de genuino apoyo emocional, cuándo usar la sonrisa y cuándo dar un pañuelo para secarse las lágrimas… todo esto es compasión, no lo dudes.
  3. Desarrollar la comprensión compasiva. Una vez que has comenzado a escuchar de manera atenta y consciente, has establecido un diálogo sincero, respetando al otro tal y como es, tienes una comprensión compasiva de la manera en que otras personas ven el mundo, sus biografías únicas, las experiencias que les han hecho ser como son. Conocer la perspectiva de otra persona y saber cómo vive sus problemas, te ayuda a comprenderle mejor.
  4. Desarrolla tu gratitud. La compasión hacia otras personas ha de nacer antes en nosotros mismos. Cuando sientes gratitud en tu interior, puedes transmitir más calma, comprensión y humanidad. Ser agradecido tiene múltiples beneficios en nuestra vida -reduce el insomnio y la depresión, aumenta la felicidad y el bienestar- 1. Una buena manera de desarrollar la gratitud, es dar las gracias por todo lo que hay en tu vida -lo bueno y lo menos bueno-, por cosas tan simples como tener agua corriente o poder respirar conscientemente. Yo suelo hacer un breve ejercicio de gratitud cada mañana, lo que me ayuda a fluir con la vida y con cualquier experiencia que venga a mí.

 

La empatía y compasión son tus aliados, desarrollarlos y aplicarlos en tu vida diaria, cambiará por completo la manera en que entiendes tu profesión y la manera en que te relacionas con todas las personas que hay en tu vida.

 

 

Elena Alameda Jackson

Licenciada en Psicología por la Universidad Complutense de Madrid. Especialidad en Psicología Clínica y de la Salud. Máster en Psicooncología por la Universidad Complutense de Madrid.

Psicóloga habilitada para ejercer actividades sanitarias en todo el país. Experiencia profesional en Psicología Online, Formación a Profesionales y Colaboradora de la editorial Formación Alcalá.

Psicóloga de We Doctor

Solicitud de consulta online con Elena: https://tuconsulta.we-doctor.com/agenda/3080192

En mi anterior post, estuve hablando de la importancia de la comunicación no verbal, esos canales silenciosos que nos permiten conectar con los demás y que se convierten en recursos esenciales para humanizar toda nuestra vida. En este nuevo artículo quiero hablar de la comunicación verbal y de la importancia de informar al paciente sobre su estado de salud, pronóstico, tratamiento y efectos secundarios de éstos.

Para mí hay dos elementos esenciales para establecer una comunicación efectiva con las personas (ya sea en el ámbito profesional o en el personal). El primero de ellos es la escucha activa y consciente, tema del que ya hablé en esta serie de post sobre la humanización. La escucha activa requiere un gran esfuerzo por nuestra parte porque supone no emitir palabras al tiempo que escuchamos con nuestro cuerpo y mente a la otra persona, evadiéndonos de todo lo que no sea el otro, centrándonos en el presente, en este instante concreto de nuestra vida. Esta habilidad la podemos aprender y para ello puedes seguir algunos de los consejos que ya te aporté en ese post:

Respecto al segundo elemento que considero clave en la comunicación que se establece para comprender al otro, para aproximarnos a su mundo único, son las preguntas. En ocasiones tememos hacer preguntas por las posibles respuestas que podamos recibir o por temor a hacer un interrogatorio en lugar de una exploración compasiva, pero este temor, como todos, nacen de la falta de información. El uso de las preguntas en tu comunicación diaria es un arte que perfeccionarás cuanto más practiques.

 

Solemos pensar que las preguntas impiden que el otro se pueda expresar libremente, pero en realidad la función de las preguntas es la de dar un espacio para reflexionar sobre temas que tal vez no se habían parado a pensar previamente. Por ello, es importante que sepas que existen preguntas abiertas y preguntas cerradas y que lo ideal es que equilibres el uso de ambas para lograr una comunicación desarrollada en torno a las necesidades del paciente.

Las preguntas abiertas son aquellas que nos permiten explorar algún tema de manera general, sin entrar en aspectos específicos. Nos ayudan a hacernos una idea general del momento vital que atraviesa la otra persona y nos permiten “romper el hielo”, es una manera ideal de comenzar nuestras conversaciones y envían la idea de que deseamos conocer más de él o ella, que tenemos genuino interés en conocerles más profundamente. Algunos ejemplos de preguntas abiertas que puedes usar en tu día a día son: “¿Cómo se encuentra anímicamente?” “¿Qué tal está descansando?” “¿Hay algún síntoma que le resulte especialmente molesto?

Las preguntas cerradas son aquellas que nos permiten acotar el tema que hemos comenzado a explorar con las preguntas abiertas, profundizando en la experiencia del paciente. Algunos ejemplos de este tipo de preguntas son: “Me ha comentado que en ocasiones siente ansiedad, ¿qué síntomas de ansiedad suele experimentar?“Al parecer tiene dificultades para conciliar el sueño, ¿está pidiendo la pastilla para dormir?” “Me comenta que uno de los síntomas que más le molestan es el dolor en su pierna, ¿es un dolor punzante, persistente, dura mucho tiempo, se reduce cuando toma la medicación para el dolor?” Considero que el uso de las preguntas abiertas y cerradas son herramientas esenciales que debemos aprender a usar porque el grado de conocimiento que poseamos de cada caso concreto que tratemos, dependerá de nuestra capacidad investigadora.

Más allá del uso de las preguntas, la información que aportan los profesionales de la salud en torno al estado de la enfermedad, el pronóstico, los tratamientos recomendados y los efectos secundarios de los mismos, tienen la capacidad de regular las emociones del paciente, lo que indirectamente es capaz de estabilizar algunos síntomas como el dolor.

Cada paciente tiene unas necesidades de información muy concretas y es labor del profesional averiguar los deseos y necesidades del paciente en torno a este tema. Para ello, una vez más, puedes acudir a las preguntas, esa poderosa herramienta indagatoria. Es muy importante que el profesional sepa si el paciente desea ser informado de su estado de salud, si desea ser parte activa en la toma de decisiones respecto a los tratamientos a aplicar, si desea conocer su pronóstico o si en su lugar desea que la información sea dada a sus familiares. Es importante conocer todas estas cosas porque determinará lo que hará el profesional en el proceso comunicativo constante que debe llevar a cabo con el enfermo y su familia. Algunas maneras en que puedes explorar las necesidades de información del paciente son: “¿Desea ser informado de su enfermedad?” “¿Desea ser parte activa de la toma de decisiones en torno a su tratamiento o prefiere que sea yo quien tome las decisiones?” “¿Desea que informemos a su familia de su estado en lugar de a usted?”

Otro elemento esencial a tener en cuenta, es que el paciente puede cambiar de opinión y aunque al inicio de la relación terapéutica indique que no desea ser informado, pasado un tiempo y tras adaptarse a su patología, puede necesitar ser informado, por lo que es interesante que pasado un tiempo, exploremos una vez más las necesidades de información del enfermo. Nunca debemos olvidar ser flexibles y adaptarnos a las necesidades del paciente.

La ley de autonomía del paciente, asegura el derecho de los pacientes a ser informados sobre su salud y de las decisiones a tomar en torno a ellas, pero también contempla en su interior las necesidades y deseos del paciente, de modo que si éste desea no ser informado, también está en su derecho. Solo podremos conocer lo que un paciente en concreto quiere, si se lo preguntamos y nos comunicamos abiertamente con él o ella.

Este tema de la comunicación e información es tan importante porque múltiples estudios han demostrado que una comunicación efectiva y adaptada a las necesidades del paciente, mejora los resultados médicos, la adherencia al tratamiento, la satisfacción del paciente, aumenta la eficiencia del profesional y permite establecer una mejor alianza terapéutica.

Un elemento que considero esencial que conozcáis, es que la información que aportáis, reduce la ansiedad, angustia e incertidumbre del paciente en torno a su estado de salud. Cuando hablo de este tema siempre me gusta hacer referencia al concepto que introdujo Cicely Saunders con el “dolor total”. Este concepto hace referencia a la gran permeabilidad emocional que posee el dolor físico, de tal modo que las emociones que experimenta el paciente, pueden variar el grado de dolor que experimentan. Emociones como ansiedad, tristeza o angustia, son capaces de reducir el umbral del dolor, lo que conlleva una mayor experiencia dolorosa que no siempre se logra aliviar con fármacos, siendo el acompañamiento humanizado y la información personalizada, el mejor antídoto contra este dolor que se convierte en sufrimiento.

Conocer un diagnóstico concreto puede no llegar a ser tan importante como saber cuáles son los tratamientos a seguir y los cambios vitales que van a suponer para él o ella, es importante informar de los cuidados diarios a realizar y asegurarnos de que saben cómo hacerlos, muchos pacientes necesitan saber el pronóstico a medio o largo plazo de su enfermedad, los síntomas habituales que van a experimentar y aquellos que son signos de alarma y que deben saber identificar para buscar ayuda médica urgente, muchos pacientes también se preocupan por cómo afectará todo ello a su familia y/o cuidadores principales, por lo que es importante informar ante este tipo de preocupaciones. Cada paciente es único y necesita información muy concreta, por lo que es importante que seas capaz de conocer a tus pacientes para organizar toda la comunicación e información en torno a esas necesidades personales.

Por último, aunque no menos importante, el profesional de la salud (especialmente en el ámbito hospitalario) tiene la responsabilidad añadida de relacionarse e informar a los familiares y cuidadores principales de los pacientes. Recientemente hospitalizaron a mi abuelo durante unos días y si bien los médicos informaron del diagnóstico y tratamiento, observé que faltaba información sobre el pronóstico (¿qué podemos esperar de aquí a unos meses?), información sobre los primeros signos de empeoramiento que requerirán acudir a urgencias, cómo hacer las curas de la mejor manera posible y el tiempo aproximado que serán requeridas, etc. Aunque estas preocupaciones puedan ser menores, no debemos olvidar que tras el alta hospitalaria, la responsabilidad y cuidados recaen sobre la familia y cuidadores, por lo que es muy importante incorporarles como parte activa del proceso comunicativo.

La comunicación es un proceso muy necesario en el ámbito de la salud y aunque ahora mismo te pueda parecer muy difícil, en realidad es una parte de tu trabajo muy importante y significativa. Estas habilidades se pueden aprender y te hacen un mejor profesional. Tan solo recuerda que cada persona es única y tiene unas necesidades muy concretas, pierde el miedo a explorarlas y contacta con tu esencia, con tu humanidad más pura.

 

 

Elena Alameda Jackson

Licenciada en Psicología por la Universidad Complutense de Madrid. Especialidad en Psicología Clínica y de la Salud. Máster en Psicooncología por la Universidad Complutense de Madrid.

Psicóloga habilitada para ejercer actividades sanitarias en todo el país. Experiencia profesional en Psicología Online, Formación a Profesionales y Colaboradora de la editorial Formación Alcalá.

Psicóloga de We Doctor

Solicitud de consulta online con Elena: https://tuconsulta.we-doctor.com/agenda/3080192

Cuando pensamos en la comunicación, parece que solo nos centramos en el habla, la parte más obvia del intercambio de información, pero se sabe que nos comunicamos por otros canales que son mudos y transmiten nuestro mensaje más eficazmente que el lenguaje.

La comunicación no verbal hace referencia a la información que transmitimos a través de nuestros gestos, tono de voz, silencios, la mirada, nuestra capacidad para acoger el sufrimiento del otro tan solo con nuestra presencia, sin mediar palabra alguna. El 93% de lo que comunicamos, lo hacemos a través de esta comunicación silenciosa, lo que quiere decir que nuestro mensaje será captado por los demás gracias a todo este conjunto de habilidades no verbales que emitimos constantemente.

Nuestro cuerpo es un catalizador de todo lo que ocurre en nuestro interior y de lo que ocurre en el exterior. Las emociones que experimentamos, se expresan en nuestro cuerpo, el problema es que hemos perdido la habilidad de comprender sus señales. La somatización no es más que la emoción reprimida o no escuchada que se expresa por otro canal (el corporal) en forma de dolores y molestias, convirtiéndose en una llamada para nuestra atención, para que nos dediquemos tiempo, para que nos comprendamos, para que dejemos a un lado nuestras responsabilidades y nos atendamos. Por otro lado, nuestro cuerpo, esa extensión de nosotros mismos que podemos llegar a confundir con quiénes somos en realidad, también cumple un papel fundamental a la hora de comunicarse con el mundo externo, es capaz de demostrar cómo el sufrimiento ajeno nos impacta, es capaz de exteriorizar nuestra empatía y compasión, nuestra necesidad de ayudar más allá de las palabras.

Tendemos a pensar que para acoger el sufrimiento ajeno, tenemos que escoger sabiamente nuestras palabras para lograr que la otra persona se sienta acogida y al mismo tiempo apoyada y acompañada en este camino de re-descubrimiento de sí mismo. Si bien son importantes las palabras que emitamos, no debemos olvidar que éstas no siempre logran transmitir nuestra verdadera humanidad, nuestra necesidad de ayudar más allá de todos los obstáculos. Por ello, cuando desees apoyar a alguien que sufre, atiende también a tu comunicación no verbal, a la manera en que te aproximas a esa persona, hacia dónde diriges tu mirada, en el poder del tacto para consolar y en la importancia de los silencios para que la otra persona reflexione y se sienta acogido totalmente.

En el caso concreto de los profesionales de la salud que desean humanizar su trato con el paciente, familias y compañeros de trabajo, hay una serie de elementos a tener en cuenta y desarrollar que son esenciales:

  • Presencia humana y acogedora: Siempre he pensado que más allá de nuestros conocimientos técnicos, nuestra mera presencia es acogedora y sanadora para quien sufre. Si te tomas unos minutos para comprender esto, te darás cuenta de que es algo profundamente bello. Para mí, la presencia es la energía que llevamos en nuestro cuerpo y mente y transmitimos a nuestro entorno, lo que los budistas llaman “prana”. La energía vital la llevamos pegada al cuerpo y es una de las primeras cosas que sienten los pacientes cuando nos relacionamos con ellos. Esta energía la producimos en base a nuestras emociones, pensamientos y maneras de ver la vida, de modo que si te encuentras inquieto o temeroso contigo mismo, transmitirás estas mismas emociones a los demás. Pero si te sientes en paz contigo mismo, experimentas un profundo bienestar y tu vida tiene sentido, transmitirás todas estas emociones a quienes te rodean. Parece algo sutil y con escasa capacidad de influencia en las emociones ajenas, pero en realidad es la energía haciéndose visible, influyendo en las emociones de los demás.
  • La buena noticia es que puedes modelar esta energía que llevas pegada a la piel, como el escultor que descubre la figura oculta en el mármol. En el ámbito de la salud, puedes modificar tu energía vital cuando sientes que tu propósito es el de ayudar a personas que sufren, cuando dejas tus miedos en el pasillo y te presentas ante el paciente como un ser humano cuya esencia es compartida con él o ella, cuando no emites juicios o críticas sobre los demás, cuando aceptas incondicionalmente al ser humano con el que entablas conversación, cuando sabes que eres un mero explorador que acompaña temporalmente al paciente en la encrucijada vital que le toca vivir. Nunca dudes del poder de tu presencia.
  • Los gestos: Este elemento siempre lo he considerado muy importante en nuestra comunicación con otras personas (e incluso con nosotros mismos). Al cabo del día emitimos millones de gestos, unos más perceptibles que otros y unos más conscientes que otros, pero al fin y al cabo son gestos que expresan nuestro mundo interno y nos permiten enlazarnos con lo que ocurre a nuestro alrededor. Algunos de los gestos más importantes que puedes mostrar en tu día a día, son:

1. El tacto – tocar la mano: Nuestra piel cubre todo el cuerpo y posee múltiples receptores sensoriales que permiten que el tacto pueda transmitir miles de mensajes y recibir otros tantos. Solemos pensar en la piel como en una parte poco trascendental, que nos protege del exterior pero poco más. En realidad es un potente canal comunicativo.

Nuestro tacto humano, más allá de las exploraciones médicas habituales, son capaces de transmitir apoyo, ternura, tristeza, es un medio ideal para demostrar nuestra empatía y compasión, haciéndole comprender al otro que resonamos con su experiencia vital y su sufrimiento. Aquellas situaciones que nos despojan de palabras, que nos estremecen profundamente, son oportunidades para que nos comuniquemos de una manera más primitiva y silenciosa.

Un tacto que puedes practicar en tu trabajo diario, es coger la mano del paciente o tocar sus hombros mientras te habla de su tristeza, su miedo o frustraciones. Este simple gesto, te hace más presente, más real. El enfermo está expuesto al tacto exploratorio del médico, al tacto propio de los procedimientos como poner o quitar una vía, al tacto de la higiene corporal que realizan en el hospital, al tacto de las máquinas que le hacen las pruebas diagnósticas y de seguimiento. Romper con ese tacto más frío e impersonal y tomar la mano para acompañar, supone un cambio muy necesario. Este tacto más humano y cálido, promueve en el paciente emociones como comprensión, apoyo, acompañamiento, confianza, interés y deseo de ayudar. Realmente necesitaríamos muchas palabras para expresar todo lo que comunica un simple gesto como el de tomar la mano de una persona.

2. La mirada: Cuando miramos a los ojos, estamos mostrando que no tememos las emociones expresadas a través de ellos, sean cuales sean. Si bien es importante mirar a los ojos, también lo es no hacerlo de manera fija, ya que puede intimidar a la otra persona, por lo que se deben hacer pausas, mirando a los ojos y a otros lugares. La mirada puede estar llena de compasión, de humor, de aceptación, de afecto, etc. Hay tantas miradas como emociones puedes expresar.

3. La sonrisa: Seguramente piensas que sonreír a alguien que está sufriendo mucho, es una falta de respeto o un indicio de ausencia de empatía y compasión. Al contrario, siempre he pensado que nuestra sonrisa es capaz de reconfortar a quien sufre. Cuando comenzamos una relación de ayuda con un enfermo, nuestra sonrisa indica que nos alegramos de verle, que nos sentimos cómodos acompañándole un tiempo, que nos encanta poder compartir un momento de nuestras vida con él o ella. La sonrisa también comunica comodidad, por lo que mi consejo es que inicies y termines tus visitas o consultas con una sonrisa.

4. La voz y los silencios: Nuestra voz es un potente comunicador, es un instrumento que podemos afinar para expresar diferentes emociones y para adaptarnos al diálogo que mantenemos con otra persona. Algunos elementos a tener en cuenta en este ámbito son: el tono de voz, su volumen y entonación. Probablemente no te has fijado en estos aspectos de tu manera de hablar, pero es interesante que identifiques estos elementos e incluso le preguntes a tu entorno cómo perciben ellos tu tono de voz (acogedor, amenazante, alegre, etc.).

Respecto a los silencios, los considero herramientas esenciales de la comunicación, ya que permiten que comprendamos lo que otra persona expresa, es un elemento esencial de la escucha activa y permite que nuestro interloctuor reflexione sobre su mundo emocional y sobre la información aportada sobre su estado de salud. El silencio detrás de una pregunta, es una invitación para reflexionar y hablar, en ocasiones el silencio puede estar lleno de significados, como cuando un médico da una mala noticia o un diagnóstico negativo, donde sobran las palabras por el shock emocional que supone esa noticia para la otra persona, dejando un espacio y un tiempo para asimilar la información. Los pacientes no esperan ni desean que lo sepas todo y admitir que hay cosas que no sabes (especialmente ante cuestiones más metafísicas o espirituales), da la oportunidad de buscar nuevas respuestas entre ambos. Nunca olvides que los silencios son herramientas muy poderosas de acompañamiento.

  • El espacio que ocupamos – la proxémica: A cada persona nos rodea un espacio personal, un área que rodea nuestro cuerpo y que nos hace sentir seguros, tranquilos y libres pero que cuando otras personas lo invaden, nos sentimos incómodos e inseguros. Es muy importante que seamos conscientes de este espacio vital propio y del de otras personas porque es lo que permite que tengamos relaciones sociales más equilibradas, fluidas y agradables. En este sentido, es importante identificar el grado de comodidad del paciente con nuestra aproximaciones físicas y si observamos incomodidad, debemos asegurar ese perímetro espacial básico que necesita la otra persona para no sentirse amenazada. Los primeros signos de incomodidad, son: alejarse de nuestro contacto, experimentar frialdad ante el mismo o buscar un espacio que el profesional no invada. Recuerda que el objetivo esencial es crear comodidad en el otro.
  • Corazón acogedor: Con este término hago referencia a una habilidad puramente humana que consiste en nuestra capacidad para reconfortar emocionalmente a otras personas, aceptando cualquier emoción sin juzgar lo experimentado por el otro. Considero que este es el elemento esencial de la humanización de la salud, pues logra derribar muchas de las barreras que se establecen entre paciente-profesional. Un paciente que sabe que no tiene por qué ocultar sus emociones y sentimientos, será más libre de expresar todo lo que lleva en su interior, lo que aportará información relevante sobre su enfermedad.

Lo comentado en este post son herramientas esenciales que puedes usar en tu vida profesional, pero también son habilidades que te ayudarán en tus relaciones personales, por lo que aplicar todas estas pautas, te permitirán tener relaciones mucho más profundas y significativas. En el siguiente artículo de esta serie de humanización, hablaré de la importancia de la comunicación no verbal y de la información que se aporta a los pacientes.

 

 

 

Elena Alameda Jackson

Licenciada en Psicología por la Universidad Complutense de Madrid. Especialidad en Psicología Clínica y de la Salud. Máster en Psicooncología por la Universidad Complutense de Madrid.

Psicóloga habilitada para ejercer actividades sanitarias en todo el país. Experiencia profesional en Psicología Online, Formación a Profesionales y Colaboradora de la editorial Formación Alcalá.

Psicóloga de We Doctor

Solicitud de consulta online con Elena: https://tuconsulta.we-doctor.com/agenda/3080192

Humanizarnos supone identificar nuestra esencia, nuestra energía única y mostrarla allá donde vayamos. Si bien en el ámbito de las profesiones de la salud es esencial humanizar toda la relación terapéutica, no es menos cierto que debemos humanizar cualquier relación que mantengamos con cualquier ser humano en cualquier contexto vital. Hoy quiero detenerme en la escucha, esa habilidad tan importante para la vida y que tan poco usamos.

Personalmente siempre he tenido una mayor facilidad para escuchar que para hablar, siempre me ha gustado observar mi entorno, aprendiendo de todo cuanto me rodeaba. Esta habilidad intrínseca me ha ayudado mucho en mi carrera, ya que considero que la escucha es casi más importante en psicología, que las técnicas concretas que usemos con los pacientes. Yo contaba con esa ventaja para dedicarme a mi profesión, pero la escucha activa es una habilidad que podemos aprender. En la etapa profesional que desarrollé en cuidados paliativos, fui consciente de la importancia de la escucha y de los silencios, dos ámbitos que solemos temer profundamente.

Cuando escuchamos a una persona de manera activa y consciente, escuchar se vuelve terapéutico en sí mismo. Los propios pacientes consideran que aquel profesional que desarrolla este tipo de escucha, crea las condiciones necesarias para promover la curación y recuperación. Solo desde la escucha consciente que deja a un lado las críticas y juicios sobre quién es la otra persona, permite que el paciente se responsabilice de su propia vida, involucrándose en el tratamiento de su enfermedad y en el mantenimiento de su salud (1).

Nadie nos ha enseñado a escuchar activamente y en este mundo hiper-ocupado donde la multi-tarea es lo habitual, parece que tomarse tiempo para escuchar de manera consciente a otra persona, es una “pérdida de tiempo”. La idea revolucionaria que introduce la escucha activa, es la de tomarnos tiempo para dejar a un lado todo, centrándonos en lo que otra persona nos comunica, en sus palabras y gestos. En el ámbito profesional la escucha activa es un tiempo que invertimos para ser más eficaces y eficientes con el resto de tiempo que le dedicamos al paciente, pues nuestra comunicación será más certera e irá dirigida a los problemas y dudas del enfermo.

Cuando hablo de escucha activa, me refiero a ese tipo de escucha atenta, consciente y centrada en el otro, que nos permite conectar con las vivencias ajenas, desarrollando nuestra empatía para acompañar en el relato. Este tipo de escucha, requiere de nosotros un esfuerzo porque es un proceso que se debe realizar teniendo en cuenta algunos elementos esenciales:

Realmente la práctica de este tipo de escucha en nuestra vida en general y en la profesional en particular, se beneficia mucho de la práctica de mindfulness, que nos impulsa a centrarnos en el aquí y ahora, en nuestro cuerpo y en la otra persona con la que interaccionamos. Solo podemos escuchar genuinamente a otras personas cuando dejamos a un lado nuestras preocupaciones, nuestras anticipaciones sobre el futuro, cuando alcanzamos un estado mental de calma y equilibrio donde solo nos centramos en el presente, abandonando la hiperactividad a la que estamos acostumbrados, tomando asiento y hablando con calma. Así pues, practicar la atención plena es una habilidad que te ayudará mucho a ser más consciente del ahora y a realizar una escucha atenta y activa.

Para que puedas comenzar a practicar la escucha activa desde hoy mismo en tu entorno personal y profesional, te voy a dar una serie de pautas que puedes seguir. Cuanto más las practiques más sencillo te será interiorizarlas y automatizarlas, hasta tal punto que ya no tendrás que pensar en escuchar activamente, esto simplemente sucederá.

  • Observa tu ancla al presente – la respiración: Esta función vital es clave para regular tu atención y tus emociones. Si bien la respiración ocurre de manera automática la mayor parte de las veces, lo cierto es que también podemos regularla y nuestros estados anímicos modifican su ritmo. Cuando te fijas conscientemente en la respiración, el objetivo no es respirar más superficialmente o más hondo de lo normal en ti, el propósito de esta observación es que tengas un ancla al presente y a tu propio cuerpo. Escuchar relatos llenos de sufrimiento, te secuestran emocionalmente y te anulan como profesional, por lo que es importante que cuando sientas que pierdes el contacto contigo mismo, dejándote llevar por lo que siente otra persona, observes tu respiración, el fluir calmado y constante del aire que entra y sale de tu cuerpo. La escucha activa se basa en la regulación emocional propia y ajena. Para que te sea más sencillo identificar tu respiración ante momentos emocionalmente intensos, puedes identificar el ancla de respiración más potente para ti, el que te hace ser más consciente del flujo incesante de aire que entra y sale de tu cuerpo, para ello fíjate en tu nariz, pecho y abdomen y elige el lugar donde eres más consciente de tu respiración.
  • Limita tus distracciones: Es importante que cuando estés escuchando a otra persona, todo tu cuerpo y mente se vuelque en el otro, dejando a un lado las tareas pendientes, preocupaciones o distracciones ya habituales como el móvil. Disfruta de tu relación con los pacientes y con las personas de tu entorno, céntrate en el presente.
  • Habla menos y escucha más: Esta es una de las claves esenciales de la escucha activa. Los filósofos siempre han ido unos pasos por delante de los psicólogos y por ello quiero compartir contigo esta frase de Zenón de Citio, quien dijo: “Tenemos dos orejas y una sola boca, justamente para oír más y hablar menos”.
  • Comprende el mensaje de la otra persona más allá de las palabras: Tu capacidad empática es la que te permite conectar con otras personas y comprender lo que sienten. Para ello no debes olvidar escuchar las palabras emitidas pero también ser consciente del contexto no verbal donde expresa sus emociones. Esto lo hace a través del tono de voz, de los gestos, de los silencios, de la ansiedad que muestra al hablar de ciertos temas, etc. Para mí, el canal no verbal de la comunicación es esencial para poder escuchar activamente y poder ser efectivo en nuestra ayuda, por ello en el siguiente artículo que escribiré sobre la humanización, hablaré de la comunicación no verbal.
  • Evita los juicios y críticas: Cuando juzgamos y criticamos, sea de manera verbal o solo en nuestra mente, logramos que la otra persona pierda la confianza depositada en nosotros. Puede ser habitual que algunos profesionales de la salud llamen la atención sobre el poco cuidado que ha tenido el paciente por no haber acudido antes al médico o por no haber cuidado más su salud, mi consejo es que evites este tipo de reproches que solo hacen sentir culpable al paciente y no tiene la capacidad de cambiar lo ocurrido. El enfermo necesita ser comprendido, acogido y apoyado, al tiempo que mostramos nuestra intención de hacer lo mejor para él o ella.
  • Inicia la comunicación verbal: Una vez que hemos escuchado activa y conscientemente el relato de la otra persona, somos capaces de escoger nuestras palabras de manera más certera y eficaz. Algo importante es que mientras escuchamos, realicemos micro-expresiones de comprensión (“Mmm”, “Ajá”, asentir con la cabeza, etc.) y aprovechemos las pausas naturales del discurso del paciente, para hacerle saber que hemos comprendido lo que nos transmite, emitiendo alguna frase como: “Entiendo que el diagnóstico de una enfermedad crónica que requiere medicación diaria, puede suponer un reto para usted…”.

Eres terapéutico con tu sola presencia, eres capaz de sanar las emociones del paciente y tienes el poder y la capacidad de cambiar el estado anímico de quienes te rodean con tan solo tu actitud positiva, tu sonrisa y tu habilidad para acoger al otro en su tristeza y alegría. No creas que la escucha es una habilidad con la que se nace, en algunos casos es así, pero en la mayoría es una habilidad que se ha de desarrollar y aprender. Tú puedes comenzar a ser un oyente y comunicador más empático y compasivo, confía en tu capacidad sanadora.

 

 

Elena Alameda Jackson

Licenciada en Psicología por la Universidad Complutense de Madrid. Especialidad en Psicología Clínica y de la Salud. Máster en Psicooncología por la Universidad Complutense de Madrid.

Psicóloga habilitada para ejercer actividades sanitarias en todo el país. Experiencia profesional en Psicología Online, Formación a Profesionales y Colaboradora de la editorial Formación Alcalá.

Psicóloga de We Doctor

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Los profesionales de la salud -médicos, personal de enfermería, psicólogos, trabajadores sociales, fisioterapeutas, etc.- ejercemos nuestra profesión desde nuestra perspectiva personal y única, en base a lo aprendido y también en torno a nuestra esencia. La vida puede hacer que nos endurezcamos y perdamos poco a poco nuestra humanidad, lo que solo provoca que nos alejemos de nosotros mismos, protegiéndonos del sufrimiento ajeno y perdiéndonos a nosotros mismos por el camino.

La medicina científica ha desterrado las emociones de la relación profesional-paciente. Considero que esto se ha realizado por miedo a no saber aproximarse adecuadamente a una persona que sufre y que puede contagiar sus emociones, “debilitando” así la fortaleza del profesional. Creo que esta manera de relacionarse con las emociones es anticuada y poco realista, pues las emociones son nuestras aliadas, nos muestran soluciones inesperadas y nos ayudan a tomar decisiones de manera práctica y certera. Así pues, mi consejo es que los profesionales no os apartéis de las emociones de vuestros pacientes, aunque sí debéis conocerlas y regularlas. El objetivo es que no temáis a las emociones, aproximaos a ellas con cariño y comprensión, dejad que os muestren el mundo emocional que todos llevamos dentro, resonad con ellas.

Mi experiencia profesional me ha ayudado a identificar algunas maneras esenciales de humanizar la relación con los pacientes. A continuación te muestro algunos de mis descubrimientos y de los principios desarrollados por Carl Rogers:

  • Sé genuino y coherente: Es lo mismo que decir “sé tú mismo”. En ocasiones pensamos que ser un buen profesional requiere dejar a un lado nuestra manera de ser y experiencias, convirtiéndonos en seres asépticos que parecen no tener vida más allá de la consulta o del hospital. Ser humano en las relaciones con los pacientes, pasa por mostrarte natural incluso compartiendo experiencias personales más o menos profundas que te ayudan a conectar con el paciente. La coherencia se expresa cuando lo que sentimos en nuestro interior, se refleja en nuestras palabras y gestos con los demás, cuando nos sentimos bien en nuestra propia piel.
  • Evita juzgar a los demás: Los juicios y críticas nos alejan de nosotros mismos y de los demás, por ello uno de los pilares esenciales de la humanización, es la de no juzgar al otro por sus decisiones o por quién es. Para llegar a este punto, debemos haber interiorizado que todos somos iguales, que cada persona es única y esa unicidad es algo bello que debemos explorar para adaptar nuestra comunicación y atención a las necesidades del otro. Cuando no juzgamos, somos capaces de liberarnos de la insatisfacción que en ocasiones sentimos.
  • Acoger el sufrimiento del otro: Los centros de salud y hospitales son lugares donde el sufrimiento se materializa. No solemos prestar mucha atención a este tema pero los pacientes llevan a sus espaldas dolores, miedos, tristeza, frustración, ansiedad y un profundo deseo de recuperar la salud física y mental. Acoger este sufrimiento lo podemos hacer por medio de una pregunta tan sencilla como “¿Cómo se encuentra hoy?”, explorando así lo que hay más allá de la enfermedad, acudiendo a la esencia misma de ese otro ser humano único con el que compartimos un momento de nuestra vida.
  • Confianza plena en las capacidades del paciente: Tu capacidad sanadora va más allá de las técnicas aprendidas en tu profesión, sanas cuando escuchas al paciente más allá de sus palabras, más allá de sus síntomas, cuando te interesas por su mundo emocional, cuando no tratas de calmar su angustia con palabras vacías, cuando confías plenamente en la capacidad de esa persona única para mejorar y recuperar su salud. La aceptación total, sincera y plena de quien es el otro y de su capacidad para solventar sus problemas, es algo escaso en la vida cotidiana y el hecho de que un profesional muestre esta actitud, puede llenar de energía al paciente y devolverle parte de la auto-confianza perdida.Una manera sencilla y rápida de hacerle saber al enfermo que confiamos plenamente en él o ella, es identificar sus “puntos fuertes”, aquello en lo que sobresale y de lo que no siempre es consciente. Observarás que hay pacientes que son capaces de regular su ansiedad, que son luchadores natos, que buscan ayuda cuando lo necesitan, etc. Expresar en voz alta estas características positivas, llenan de fuerza a la otra persona y les ayuda a afrontar su sufrimiento con una actitud más positiva, conscientes de que son capaces de afrontar esta etapa vital compleja.
  • Cuidar más allá de la curación: El objetivo primordial de la medicina es curar al paciente enfermo para restablecer su salud o al menos reducir lo máximo posible las secuelas de la enfermedad. Sin embargo, en este camino de lucha constante contra la enfermedad, se nos olvida el poder sanador del cuidado. Cuidamos a una persona cuando nos interesamos por sus necesidades y deseos, cuando preguntamos por cómo se siente, cuando acogemos su sufrimiento, nos sentamos junto a él o ella, tomamos su mano y enlazamos nuestro mundo emocional al suyo. El cuidado es un potente recurso humanizador y permite afrontar la enfermedad con una actitud más positiva y calmada.
  • Vivir en el presente y ser un profesional consciente: Los seres humanos somos capaces de vivir en el pasado o en el futuro, perdiéndonos la experiencia del presente. El aquí y ahora es el único momento que existe, pues el pasado suele ser fuente de tristeza y melancolía, mientras que el futuro es la fuente donde nace la ansiedad y el temor por anticipar sucesos que no sabemos si van a ocurrir. Podemos vivir en el presente reflexionando sobre nosotros mismos, atendiendo a mis emociones y regulándolas. Cuando vives en el presente, te puedes mostrar más dispuesto a realizar esto mismo con sus pacientes, hallando la manera de incorporar tu propia humanidad en la relación de ayuda que estableces con tus pacientes.

Para mí la humanización de la salud se desarrolla cuando establecemos una relación con el paciente y sus familiares o cuidadores en torno a los elementos comentados anteriormente, pero también cuando el profesional sabe que las emociones del paciente tienen una influencia directa en su salud, cuando es consciente de que estar triste no es lo mismo que tener un trastorno depresivo mayor, cuando identifica la sintomatología ansiosa como diferente de un trastorno de ansiedad, cuando conoce que los efectos del estrés crónico es nocivo para la salud y cuando es consciente de que su papel clave en torno a la salud mental, es derivar a los profesionales especializados en este tema.

 

 

Elena Alameda Jackson

Licenciada en Psicología por la Universidad Complutense de Madrid. Especialidad en Psicología Clínica y de la Salud. Máster en Psicooncología por la Universidad Complutense de Madrid.

Psicóloga habilitada para ejercer actividades sanitarias en todo el país. Experiencia profesional en Psicología Online, Formación a Profesionales y Colaboradora de la editorial Formación Alcalá.

Psicóloga de We Doctor

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 Los profesionales de la salud estamos acostumbrados a lidiar con síntomas y signos de enfermedades que padecen los pacientes. En el ritmo frenético que llevamos en pleno siglo XXI, es bastante fácil que los profesionales nos olvidemos de las emociones de quien sufre una enfermedad o sospecha que la padece.

Los seres humanos poseemos la capacidad de experimentar emociones. Éstas se han dejado en el olvido, pero ha llegado el momento de reivindicar su importancia y devolverle el lugar que se le arrebató hace años. Las emociones son nuestras aliadas, nos ayudan a conocernos mejor a nosotros mismos y a los demás, nos permiten interaccionar socialmente, desarrollar nuestras profesiones, afrontar los problemas y llevar una vida feliz.

Cuando la enfermedad se hace presente, las reacciones emocionales son múltiples: ira, ansiedad, miedo, tristeza, desesperanza… El profesional de la salud que es capaz de detenerse un momento junto a su paciente y preguntarle “¿Cómo te sientes, cómo te está afectando emocionalmente la enfermedad?”, permitirá que el enfermo pueda superar esas emociones tan vívidas que le hacen sufrir, ayudándole a llegar a una etapa de auto-conocimiento.

La enfermedad se ha convertido en el enemigo a batir, pero no debemos olvidar las muchas lecciones que nos aguardan. Cuando el profesional de la salud se toma unos minutos para ahondar en el sufrimiento del paciente, y permite que sus emociones se expresen, le está ayudando a auto-conocerse más y mejor, le permite sobrellevar la enfermedad con más calma y bienestar.

La verdadera revolución en la medicina, pasa por atender al paciente en todas las áreas de éste desde el paradigma de la humanización sanitaria, empleando un enfoque inter-disciplinar, donde diferentes profesionales intervienen con el enfermo para ayudarle en su salud física, emocional, social y espiritual.

Uno de los elementos esenciales a desarrollar como profesionales en el ámbito de la salud (y también como una habilidad para la vida), es la escucha activa. Este tipo de escucha requiere una atención consciente en la otra persona, atendiendo a su discurso y a aquello que no comunica con palabras pero que queda indicado por su postura, su tono de voz y sus silencios. La clave de la escucha activa es la empatía que debemos mostrar al escuchar a otro ser humano, nuestra capacidad de comprender las emociones ajenas por haberlas experimentado también nosotros mismos.

Como profesionales en el ámbito de la salud, nunca debemos olvidar que cada vida es única, que cada paciente ha experimentado una serie de sucesos que le hacen único e irrepetible y que todas esas experiencias le hacen ser como es. Es importante también hacerle saber al paciente esto mismo, que es alguien único y que sus experiencias (buenas o malas) conforman quién es en el aquí y ahora.

La psicooncología es la disciplina que se encarga de atender las emociones en los pacientes oncológicos y paliativos. A pesar de ser una especialidad joven, considero que las aportaciones que puede hacer al ámbito de la salud, trascienden la figura del psicólogo y tiene un gran peso en la humanización de la salud.

Todos los profesionales de la salud deben saber dar soporte emocional a sus pacientes. Este soporte se puede realizar de maneras sencillas: llamando por el nombre al paciente, no mostrarse apresurado, sentarse junto a él o ella, cómo se siente o ser capaz de acompañarlo en su tristeza, llanto o enfado. Una de las claves para lograr esto, es adaptarnos al ritmo y necesidades del paciente, dejarle espacio cuando lo necesite, respetar sus silencios o su necesidad de no hablar sobre algún tema en concreto.

Aquellas ocasiones en las que el profesional conecta a nivel emocional con su paciente, se puede sentir cómo algo cambia en esa relación, volviéndose más humana y sincera. Las habilidades de conexión emocional, la capacidad de dar soporte emocional al enfermo, aplicar la escucha activa y respetar la biografía única que es el paciente, se pueden aprender, por lo que debemos desterrar esa idea de que solo los psicólogos se encargan de las emociones, porque el médico, el personal de enfermería, el trabajador social, el auxiliar, la señora de la limpieza, el celador o cualquier otro profesional del ámbito de la salud, puede hacer que un día oscuro y triste de alguien enfermo, se pueda convertir en un día lleno de esperanza.

Todos estos temas tan importantes y necesarios en el ámbito de la salud, lo he querido plasmar en mi libro “Psicooncología básica para profesionales de la saluddonde expongo técnicas de comunicación sencillas que todos los profesionales de la salud pueden usar y donde el profesional se podrá zambullir en el mundo emocional del paciente oncológico, paliativo y sus familias, para así comprender mejor lo que están viviendo y atenderles de manera personalizada. Por supuesto, también trato el tema del síndrome de agotamiento emocional o burnout con pautas de auto-cuidado emocional y maneras de prevenir dicho agotamiento.

Podéis acceder a más información del libro e incluso consultar el primer capítulo, en la siguiente web:

https://www.faeditorial.es/editorial/ciencias-sanitarias/psicooncologia-basica-para-profesionales-de-la-salud-libro

Es esencial recordar que todos los profesionales debemos atender al mundo emocional del paciente. 

Quisiera cerrar este artículo con una frase del psiquiatra y psicólogo Carl Gustav Jung que, en mi opinión, encierra gran parte de lo arriba expresado: “Conozca todas las teorías. Domine todas las técnicas. Pero al tocar un alma humana, sea apenas otra alma humana”.

 

 

Elena Alameda Jackson

Licenciada en Psicología por la Universidad Complutense de Madrid. Especialidad en Psicología Clínica y de la Salud. Máster en Psicooncología por la Universidad Complutense de Madrid.

Psicóloga habilitada para ejercer actividades sanitarias en todo el país. Experiencia profesional en Psicología Online, Formación a Profesionales y Colaboradora de la editorial Formación Alcalá.

Psicóloga de We Doctor

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