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 Para valorar y comparar lo que comemos en distintas poblaciones del mundo, algunas instituciones, como la Organización Mundial de la Salud, están utilizando, desde hace pocos años, la clasificación NOVA,  una herramienta bastante sencilla, que distingue 4 tipos de alimentos, según su procedencia y grado de transformación . Vamos a conocer esta clasificación con más detalle.

Tres escalones que, en mayor o menor grado, deberían constituir la esencia de nuestra dieta:

 

 

En el primer estrato encontramos los alimentos “de origen”, es decir,  mínimamente procesados (una zanahoria pelada, un pescado horneado….). Una alimentación saludable debe basarse fundamentalmente en este tipo de alimentos, especialmente los de origen vegetal, de la estación, de proximidad y de producción sostenible.

El segundo nivel lo componen los ingredientes culinarios como la sal, azúcar, aceites, miel, mantequilla. Salvo el aceite de oliva virgen, conviene moderar su consumo.

En el tercer nivel encontramos alimentos procesados (conservas de hortalizas, de pescado, quesos, pan fresco de elaboración artesanal). Se elaboran de forma sencilla con muy poquitos tipos de alimentos. Conviene hacer un uso limitado y razonable de ellos.

El cuarto escalón… ¡Mejor cuanto más lejos!

El aumento de la proporción de las calorías ingeridas a partir de ultraprocesados (4º escalón) se relaciona, por una parte, con un nivel inferior de nutrientes, mayor aporte de azúcares libres, sal y grasas de mala calidad; pero también, y esto es más preocupante, con una mayor prevalencia de exceso de peso y otras enfermedades no transmisibles.

Los ultraprocesados son productos alimentarios (por llamarlos de alguna manera) preparados con una larga lista de ingredientes, en los que ya no es posible reconocer las materias primas de origen que tomaron parte en su elaboración. Además, suelen contener aditivos para evitar que se deterioren, y así, retrasar su fecha de caducidad. Forman parte de este eslabón las galletas y toda la bollería industrial, los zumos envasados, muchos  precocinados y aperitivos de bolsa. Son formulaciones industriales de nutrientes y energía, con grasas que se saben poco saludables, almidones, azúcares rápidos, sal y otros saborizantes y aditivos, diseñados para intensificar su impacto sensorial (crackers, con olores, sabores, formas o dibujos…). Por el contrario, contienen poca fibra dietética y pocos fitonutrientes. De ahí que su consumo elevado esté siendo utilizado como un indicador de patrones dietéticos poco saludables, y generador de enfermedades crónicas relacionadas con la dieta

 Muchos de estos productos se publicitan, y pueden inducir la adquisición de nuevos hábitos poco saludables, y que promueven el sobreconsumo (galletas o cereales del desayuno, zumos al salir de la escuela, chips que no podrás frenar, “a la boca y punto”) y perpetua el uso de envases plásticos. Máxime cuando muchos se modifican para crear una falsa imagen de salud (fibra añadida, edulcorantes, bajo en sal…), habilitándoles la opción de realizar alegaciones nutricionales, a pesar de continuar siendo productos muy poco recomendables. Pero las empresas invierten  importantes sumas de dinero en publicitar su atractivo  entre los jóvenes y niños, que crecen así con dificultades para realizar elecciones más  sabias y saludables.

Nosotr@s decidimos… 

La vida social dentro y fuera de casa se ve mermada por los ultraprocesados que nos privan de parrilladas, paellas, sardinadas  y otras experiencias gastronómicas que fomentan el placer de adquirir, preparar, cocinar y gozar juntos de la comida, como parte intrínseca y fundamental de nuestra esencia como seres humanos. Las familias  y otros grupos de personas bien cohesionados podrían  reconocerse y organizarse alrededor de la misma despensa/nevera.

 

Dra Susana Domínguez Rovira

Pediatra i Máster en Dietética y Nutrición

Postgrado en Nutrición Infantil y Coaching Nutricional

Pediatra de We Doctor

Solicitud de consulta online con Susana: https://tuconsulta.we-doctor.com/agenda/5112076