En esta serie de artículos dedicados al estrés, ya hemos comprobado cómo el estrés crónico se ha convertido en la pandemia del siglo XXI, fomentando el desarrollo de enfermedades crónicas que nos acompañarán de por vida. También hemos repasado la sintomatología física de esta respuesta del organismo frente a las amenazas, dichos síntomas se convierten en las señales de alarma de que algo no funciona bien en nuestra mente, cuerpo y vida.

En el artículo de hoy quiero hablar del estrés psíquico, de cómo reacciona nuestra mente ante las amenazas y cómo ésta es capaz de crear temores y miedos que se transforman en amenazas abstractas que nos estresan. Quiero recordar algo importante que ya comenté en el primer artículo, y es que nuestro cerebro se cree cualquier cosa que ve y piensa, activando las mismas alarmas que se ponen en marcha ante las amenazas físicas y reales.

Nuestra mente estresada se comporta de un modo diferente a como suele hacerlo, se siente más nerviosa de lo normal, se distrae fácilmente por lo que podemos tener pequeños olvidos, fabrica muchos pensamientos negativos que solo nos hacen preocuparnos más y más, por lo que es habitual que por la noche nos asalten preocupaciones más o menos reales y tengamos problemas para dormir, nuestra mente estresada también puede estar más sensible de lo normal, de modo que las cosas nos afectan mucho más, sintiendo emociones como enfado, miedo, frustración, tristeza, culpa, etc.

El componente cognitivo o mental del estrés es clave para gestionar las amenazas y tensiones de la vida. Solemos pensar que el estrés es causado solo por sucesos negativos como perder el empleo, terminar una relación de pareja, que nos diagnostiquen una enfermedad, etc. Sin embargo es importante que sepas que el estrés también es producido por sucesos que a primera vista pueden parecer positivos para uno mismo como un ascenso laboral, contraer matrimonio o tener hijos. Todas estas situaciones (positivas y negativas) son potencialmente creadoras de estrés, sin embargo no todas generan esos sentimientos de profunda amenaza a la vida que hemos construido. Entonces ¿qué es lo que determina que un acontecimiento vital sea vivido como estresante?

La clave a esta pregunta está en la valoración que hacemos del grado de amenaza que supone este suceso para nuestra vida y bienestar y en las estrategias personales que poseemos para afrontar la amenaza. Así pues, supongamos que logramos ascender en nuestro puesto de trabajo, eso es una buena noticia, ¿verdad?… Lo cierto es que depende de esa doble valoración que hagamos.

  • Grado de amenaza: Si logramos el ascenso por el que hemos luchado tanto tiempo e interpretamos que esa situación es la consecuencia del trabajo bien hecho, del esfuerzo constante, del aprendizaje que está por venir, de las nuevas personas con las que nos relacionaremos y aunque debamos dedicar más horas a nuestro nuevo puesto, el grado de amenaza será bajo y este ascenso será poco estresante a pesar de los muchos cambios que trae a nuestra vida.

Si otra persona logra un ascenso laboral pero siente que no es suficientemente bueno para ese puesto, se siente inseguro de sus capacidades para afrontar los retos que vendrán, interpreta que la inversión de tiempo en el trabajo no se equilibra con el aumento de sueldo y le obliga a tener menos tiempo libre para estar con su familia o hacer actividades de ocio, el ascenso laboral será vivido como algo muy estresante porque reduce el bienestar general.

  • Estrategias personales de afrontamiento: Aquella persona que interpreta el ascenso laboral como algo positivo para su bienestar y tiene estrategias de afrontamiento de esta nueva etapa de su vida que consisten en seguir formándose para adaptarse al nuevo trabajo, identifica este cambio como una manera de alcanzar sus objetivos vitales o valora la mayor inversión de tiempo como algo positivo, el ascenso será vivido con escaso estrés.

Así pues, la clave de la experiencia estresante se encuentra en la manera en que interpretamos las situaciones de nuestra vida y de las estrategias de afrontamiento concretas ante el estrés. Sé que hablar de estrategias de afrontamiento os hace pensar a muchos en la planificación militar para abordar los conflictos, pero en realidad estas palabras hacen referencia a afrontar las amenazas con aquellas conductas que hemos aprendido en el pasado y que nos ayudan a regular nuestras emociones y a la propia situación. Vamos a explorar algunas estrategias que te pueden ser útiles para reducir tu estrés psíquico o mental:

  • Centrarnos en la situación problemática y buscar soluciones: Estas estrategias nos ayudan a tener más información sobre la situación que vivimos, lo que reduce nuestro miedo y ansiedad. Algunos ejemplos de este método de afrontamiento son: formarnos en algún área laboral novedosa que debemos conocer por ese ascenso soñado, informarnos de la enfermedad que nos han diagnosticado, buscar una segunda opinión médica si no estamos seguros del diagnóstico emitido por nuestro médico, buscar asesoramiento psicológico ante problemas de pareja, llevar a nuestro hijo al logopeda cuando observamos que tiene problemas para pronunciar determinadas letras, acudir a una escuela de padres si sentimos que la responsabilidad de ser padres nos sobrepasa, acudir a un gestor si tenemos dudas sobre los impuestos que debemos pagar o cómo realizar la declaración de la renta, acudir a clases de yoga para conectar con nuestra mente y cuerpo, etc.

 

  • Centrarnos en las emociones que experimentamos ante el estrés: Esta otra manera de afrontar las amenazas de nuestra vida cotidiana, consiste en regular las emociones que sentimos ante esa situación amenazante. Podríamos decir que hay dos tipo de estrategias de regulación emocional esenciales:

Adaptativas: Aquellas que nos permiten seguir creciendo como personas y fomentan el auto-conocimiento y crecimiento interno. Algunas maneras en que podemos regular nuestras emociones ante el estrés de manera adaptativa, son: usar la respiración consciente como medio para calmarnos y volver a nosotros mismos ante la angustia emocional, dedicarnos tiempo para nosotros mismos y hacer actividades que nos motiven y nos ayuden a desconectar de nuestra responsabilidades, acudir a talleres de técnicas de relajación o meditación, buscando a personas con las que hablar en confianza y con quienes sincerarnos, promoviendo el optimismo y la esperanza, escuchar música relajante que reduzca nuestra activación física y mental, etc. ¿Qué estrategias se te ocurren que podrías poner en marcha para regular tus emociones cuando estás estresado?

Desadaptativas: Son estrategias que nos ayudan a reducir nuestro malestar a corto plazo, pero traen consigo más dificultades a largo plazo porque nos permiten huir del miedo y la ansiedad que esa situación ha suscitado en nosotros, pero tanto el miedo como la ansiedad seguirán acechándonos en otras situaciones futuras. Algunos ejemplos en los que solemos regular nuestras emociones de manera poco adaptativa, son: rechazando el ascenso laboral para no sentir el temor al fracaso, negando la existencia de una enfermedad que nos han diagnosticado con pruebas objetivas, evitando a personas que nos recuerden sucesos desagradables de nuestra vida, rompiendo una relación ante un problema puntual, no escuchar a nuestro cuerpo cuando tiene molestias o dolores y seguir con un ritmo de vida acelerado, abandonar una carrera por la dificultad de ciertas asignaturas, etc. ¿Qué estrategias de regulación emocional desadaptativas has puesto en práctica a lo largo de tu vida?

 

  • Centrarnos en el significado del suceso que vivimos: Por último, otra manera de afrontar un reto vital, es explorar el cambio de creencias, valores y objetivos vitales que la situación estresante ha traído a nuestra vida. Esta estrategia es positiva cuando nos permite observar los grandes cambios llevados a cabo en nuestro interior a raíz de la situación vivida. Es habitual que los pacientes que han sido diagnosticados de enfermedades graves donde su vida ha corrido peligro, cambien el modo en que interpretan la vida y su posición en el mundo, pues tienden a buscarle el sentido a la propia existencia, más allá del sufrimiento, la angustia y el dolor, desarrollando su faceta más espiritual, cambiando incluso de trabajo porque ya no encaja en quiénes son ahora, buscando aquello que les hace sentir en armonía consigo mismos. En tu caso, recuerda algún suceso estresante y muy amenazante que hayas experimentado en tu vida, ¿qué cosas has aprendido de ello, cómo cambiaste a raíz de ese suceso?

Así pues, la mente estresada es un estado que podemos modificar nosotros mismos, recuperando así el poder que la amenaza suele arrebatarnos. Las estrategias que aprendemos a lo largo de la vida, nos ayudan a afrontar las peores situaciones emocionales que viviremos. Cada recurso que aprendes, lo incorporas a tu “mochila emocional”, ésa que siempre llevas contigo y que te ayuda a hallar la calma en pleno huracán emocional, reduciendo la fuerza del estrés y logrando calmar también a nuestro cuerpo para mantenerlo sano y equilibrado.

En el siguiente y último artículo de esta serie sobre el estrés, lo dedicaré a presentar técnicas sencillas y muy eficaces para reducir vuestro estrés cotidiano de manera rápida.

 

 

Elena Alameda Jackson

Licenciada en Psicología por la Universidad Complutense de Madrid. Especialidad en Psicología Clínica y de la Salud. Máster en Psicooncología por la Universidad Complutense de Madrid.

Psicóloga habilitada para ejercer actividades sanitarias en todo el país. Experiencia profesional en Psicología Online, Formación a Profesionales y Colaboradora de la editorial Formación Alcalá.

Psicóloga de We Doctor

Solicitud de consulta online con Elena: https://tuconsulta.we-doctor.com/agenda/3080192

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