Cuando hablamos de estrés, nos vienen a la mente imágenes de agotamiento físico y mental. Cuando pensamos en ello, visualizamos el estrés crónico que nos acompaña durante semanas o incluso meses, debilitando poco a poco nuestras defensas naturales y recursos para hacer frente a las demandas de nuestro entorno.

Al principio de los tiempos, cuando nuestra humanidad se estaba desarrollando, las situaciones de estrés eran amenazas directas a nuestra integridad física, donde los peligros que nos acechaban eran temporales y tendían a desaparecer en un corto período de tiempo. En este siglo hipertecnológico, las amenazas son más abstractas y muchas veces viven en nuestra mente y no tanto en el mundo físico que nos rodea, así son habituales los temores a perder el trabajo, el temor a padecer una enfermedad incapacitante, la anticipación de sucesos negativos que produzcan cambios profundos en nuestras vidas, etc. Este proceso de abstracción del estrés, ha promovido que las amenazas duren mucho más tiempo que en los albores de la humanidad, por lo que el estrés se ha convertido en crónico.

Nuestro organismo está preparado para respuestas de estrés agudas, donde activa complejos sistemas de regulación como el sistema inmune, sistema nervioso y sistema neuro-endocrino, movilizando grandes cantidades de energía que permiten afrontar la amenaza para la propia vida. La respuesta al estrés agudo, es breve, puntual y permite que el organismo recupere su equilibrio natural en un corto período de tiempo. El estrés crónico, sin embargo, prolonga en el tiempo una situación de alarma física que termina agotando a todo el organismo.

El estrés crónico es el detonador de múltiples enfermedades físicas crónicas como enfermedades cardiovasculares, cáncer, diabetes, enfermedades auto-inmunes, trastornos gastrointestinales, enfermedades pulmonares, enfermedades neurodegenerativas y acelera el envejecimiento celular.  Además de ello, los episodios de estrés también promueven la aparición de trastornos psicológicos como trastornos de la ansiedad, trastornos anímicos como la depresión mayor o trastorno bipolar, esquizofrenia, etc.

Por todo ello considero que el estrés es la pandemia más importante del siglo XXI, porque promueve la aparición de enfermedades crónicas que requerirán atención sanitaria durante el resto de la vida de las personas y porque promueven la aparición de trastornos emocionales y psicológicos que limitan la vida diaria.

Ante una etapa llena de demandas vitales, el estrés físico inicia una respuesta orgánica coordinada de todos sus sistemas. La persona estresada comienza a experimentar una serie de síntomas muy concretos: comienzan a hiperventilar (respiración superficial y rápida), sienten taquicardia, pueden tener molestias físicas como dolores, migrañas, úlceras, etc., es habitual la experimentación de insomnio, cambios en el apetito, fatiga y cansancio, alteración en las funciones ejecutivas (problemas de atención, concentración, memoria, toma de decisiones, etc.). En ocasiones estamos tan acostumbrados a esta sintomatología, que no le damos importancia ni la identificamos como negativa para nuestra salud.

Por otra parte, el estrés también puede ser psicológico, experimentando tensión mental y emocional en forma de preocupaciones, temores, ansiedad, miedo, tristeza, llegando a limitar la manera en que comprendemos nuestras propias emociones y las ajenas, lo que es un obstáculo en la comunicación diaria que realizamos con otras personas. Los seres humanos tenemos la capacidad de reflexionar y pensar, lo que en general es positivo, pero en ocasiones se convierte en una limitación, especialmente cuando nuestros pensamientos anticipan sucesos que no estamos seguros de que vayan a ocurrir. Nuestro cerebro se cree cualquier cosa que ve y piensa, activando las mismas alarmas que se ponen en marcha ante las amenazas físicas y reales. Tal es nuestro poder.

Algo esencial a tener en cuenta, es que la experimentación de estrés no depende tanto de la situación amenazante que vivimos, como de nuestra percepción de la situación y de las estrategias de afrontamiento que poseamos. Así pues, hay personas que viven un ascenso laboral como una buena noticia que les permite seguir aprendiendo y creciendo, mientras que otras personas lo pueden vivir como un suceso negativo por el miedo al fracaso que sienten en su interior. Por lo tanto, la clave en el desarrollo del estrés, es la interpretación que hacemos cada cual de las experiencias que vivimos.

La buena noticia respecto a la experiencia estresante, es que podemos realizar cosas para reducir en la medida de lo posible, la influencia negativa del estrés en nuestras vidas. Algunas pautas sencillas que todos podemos practicar, son:

  • Comer de manera saludable: Una de las primeras cosas que solemos hacer ante un elevado estrés, es dejar de comer de manera regular, saltándonos la comida principal o la cena. En ocasiones también modificamos nuestra alimentación habitual por otra menos sana o abusando de alimentos procesados. La primera pauta esencial para combatir el efecto negativo del estrés, es comer de manera saludable, si pueden ser cinco comidas mucho mejor. Aliméntate a base de proteínas bajas en grasas, verduras, frutas y legumbres, pues están llenas de antioxidantes, que equilibran la oxidación de las células por el efecto del estrés sobre el organismo.
  • Ejercita tu cuerpo: La movilización de los grandes músculos de nuestro cuerpo, nos ayuda a afrontar el cansancio de una manera más sana. Este ejercicio puede ser variado y debe adaptarse a tus necesidades y gustos, por lo que puede suponer desde ir al gimnasio hasta caminar por la naturaleza al menos 30 minutos, practicar yoga o Pilates, etc. Tú decides.
  • Relájate, cuida tu mente: Otra de las cosas que solemos hacer cuando estamos estresados, es olvidarnos de nosotros mismos, nos dedicamos menos tiempo a escucharnos, a realizar actividades que nos desconectan del estrés y eso acaba por pasarnos factura. Es esencial que aprendas a relajarte, lo puedes hacer practicando Mindfulness o meditando, puedes hacerlo mientras coloreas mandalas, escuchando relajaciones y visualizaciones guiadas, acudiendo a retiros de fin de semana, haciendo excursiones a la naturaleza, saliendo con amigos, yendo al cine… hay tantas posibilidades como gustos personales.
  • Practica mindfulness: En otro post ya hablé de la importancia de la atención plena y de las muchas ventajas que nos aporta a nuestra vida. Cuando estamos estresados, ser capaces de crear un espacio interno de comprensión y aceptación incondicionales de lo que nos ocurre, es como hallar un pequeño oasis en el desierto. Centrarte en el aquí y ahora te permite relativizar la importancia de los sucesos vitales, promueve las emociones positivas y reduce el impacto negativo del estrés en el organismo.

En las próximas semanas seguiré hablando del estrés, sobre los mecanismos físicos que se activan ante éste, de la importancia de las emociones para regular el impacto negativo del mismo y de las pautas que podemos seguir para vivir una vida menos estresante y más saludable tanto física como mentalmente. Espero que una mejor comprensión del estrés os haga conscientes del enorme poder que poseéis en vuestro interior.

 

 

 

Elena Alameda Jackson

Licenciada en Psicología por la Universidad Complutense de Madrid. Especialidad en Psicología Clínica y de la Salud. Máster en Psicooncología por la Universidad Complutense de Madrid.

Psicóloga habilitada para ejercer actividades sanitarias en todo el país. Experiencia profesional en Psicología Online, Formación a Profesionales y Colaboradora de la editorial Formación Alcalá.

Psicóloga de We Doctor

Solicitud de consulta online con Elena: https://tuconsulta.we-doctor.com/agenda/3080192

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