El acabar voluntariamente con nuestra vida sigue siendo un tema tabú que genera debate y controversia con bastante frecuencia. Lo cierto es que el suicidio sigue siendo una realidad existente, por más que se trate de un tema a evitar y haya un alto grado de recelo o rechazo. Quizás por esto podemos encontrarnos con ideas, no todas ciertas, extendidas popularmente y que intentaremos desmontar.
Dejando al margen creencias religiosas, éticas o morales e intentando evitar juicios u opiniones, es conveniente hacer un ejercicio de empatía con la perspectiva suicida antes de entrar a aclarar los mitos y realidades que hay en torno al suicidio, es decir, intentar por un momento ponernos en los zapatos de aquellas personas cuyos pensamientos constantes y recurrentes suelen enmarcarse dentro de la temática:
- Incapacidad (real, no voluntaria) para alejarse de la tristeza
- No pueden pensar con claridad
- No se encuentra salida a la situación
- Son incapaces de controlar los diferentes aspectos de su vida
- En lo físico, no pueden dormir ni comer con normalidad
- Desde su punto de vista, no existe posibilidad de cambio
Todo esto ha llevado a que, a nivel mundial, el suicidio se convierta en la 2ª causa de muerte entre los jóvenes de 15 a 24 años, siendo la primera causa los accidentes de tráfico. En España, el índice de suicidios consumados es tres veces mayor en hombres que en mujeres y el método que más se emplea es el ahorcamiento, seguido de la precipitación al vacío desde un lugar elevado y el envenenamiento por drogas o medicamentos.
Como vemos, es una problemática que no debemos pasar por alto y el primer paso para saber cómo enfocar su resolución, es conocer que hay de cierto en aquellas ideas que nosotros mismos damos por ciertas y/o que están extendidas entre la gente que nos rodea.
- “El suicidio no puede prevenirse ya que ocurre por impulso”. Esta idea, además de no ser cierta, limita las acciones preventivas que pudiéramos realizar. Realmente, las personas que finalmente se suicidan manifiestan una serie de síntomas que, si son detectados de forma precoz, podrían evitar el fatal desenlace.
- “Preguntar a una persona sobre sus ideas de suicidio puede incitarle a que lo realice”. Con esto solo conseguimos aumentar el rechazo o miedo que ya existe a abordar el tema. Se ha demostrado que hablar del tema no sólo no incita a cometer el suicidio, sino que puede reducir el peligro de llevarlo a cabo. No son pocas las personas que al plantear su situación e intenciones sienten un alto grado de alivio que repercute positivamente en la desaparición de sus pensamientos suicidas.
- “Aquellos que hablan de suicidio, no lo hacen”. Este tipo de pensamiento, con un soslayo quizás de manipulación o chantaje, nos lleva a no prestar atención a las personas que expresan sus ideas suicidas. En su mayoría, las personas que hablan de suicidio llegan a intentarlo y, en el peor de los casos, a completarlo.
- “La mejoría después de una crisis suicida viene a significar que el riesgo de suicidio se ha superado”. Como en el punto 3, esto nos lleva a no prestar la suficiente atención a las señales de alarma y estas personas no reciben la ayuda que necesitan. Se debe prestar mucha atención sobre todo en los 3 meses posteriores a la “mejoría” ya que muchos suicidios ocurren en este periodo de tiempo. La explicación que parece más plausible es que, durante este tiempo, la persona tiene la suficiente fuerza y energía para llevar a cabo sus planes.
- “Todo el que intenta suicidarse alguna vez estará en ese peligro toda la vida”. Consecuencia: aumento de la sobreprotección y del estigma o rechazo por miedo a que se repita. El pensamiento suicida suele ser temporal. Entre el 1 y el 2% de las personas que intentan suicidarse lo consiguen durante el primer año posterior al intento fallido.
- “Las personas suicidas desean morir”. Con esta idea se infunde temor para abordar el tema del suicidio cuando lo que realmente ocurre es que la persona desea morir si, y sólo si, su vida continúa de la forma en la que está. Si se diagnostica a tiempo y se dan herramientas y opciones para que la situación cambie, se puede conseguir que la balanza se incline hacia la opción de vivir.
- “Una vez que una persona decide suicidarse no hay nada que se pueda hacer para evitarlo”. Lo que hacemos en este caso es limitar las acciones preventivas que se pudieran realizar. La realidad es que, si las personas en crisis consiguen la ayuda que necesitan, es bastante probable que no se vuelvan a plantear la idea del suicidio como vía de escape.
Como vemos, el tema del suicidio arroja todavía muchas falsas creencias. Las acciones a llevar a cabo con cada persona deben analizarse y estudiarse de forma individualizada para establecer una estrategia de abordaje en función de la problemática de cada una. Es fundamental que tengamos en cuenta que, en estos casos, es muy importante la detección precoz y acudir a un especialista ante la más mínima señal de alarma.
Silvia Muñoz Morales
Psicóloga Sanitaria