Cada día es más frecuente que los psicólogos nos encontremos en las consultas, pacientes que padecen o han padecido cáncer y tienen ciertas dificultades para ajustarse a la realidad de la enfermedad o a la nueva vida a la que deben re-incorporarse tras la finalización de los tratamientos.
Una de las cosas esenciales que todo psicólogo ha de saber, es que la enfermedad física tiene un gran potencial para crear trastornos y problemas emocionales, pero también propicia una crisis vital que permite un crecimiento sorprendente.
El paciente diagnosticado de cáncer, atraviesa momentos llenos de estrés y fuertes emociones que mal gestionadas, pueden llevar a la aparición de ciertos trastornos psicológicos. Suele ser en ese momento en que los pacientes deciden acudir a la consulta psicológica, cuando sienten que han perdido el control de su vida.
En ocasiones, los profesionales de la psicología nos podemos sentir anulados por el sufrimiento experimentado por el paciente, de tal modo que creemos no poder ayudar a una persona con una trayectoria personal tan compleja. Aunque este tipo de sentimientos son normales, creo que debemos pensar en que el paciente que ha atravesado una grave enfermedad, tan solo necesita ser escuchado, acogido y aceptado. Aunque puedan parecer tareas muy sencillas, siempre he pensado que son grandes retos que tenemos como profesionales.
La escucha activa es una habilidad esencial para la vida, que consiste en atender a lo que nos comunica otra persona de manera verbal, pero también por otros canales no verbales, como los gestos, el tono de voz, la postura, etc. Este tipo de escucha también requiere reflexionar sobre lo que nos cuenta el paciente y al mismo tiempo se le hace saber que comprendemos lo que siente (lo expresamos verbalmente y por medio de nuestra comunicación no verbal). La escucha activa requiere comprensión de lo relatado y cuidado hacia quien sufre. El desarrollo de este tipo de escucha, crea puentes de comunicación que permiten el alivio del sufrimiento ajeno.
Una frase que siempre me ha gustado y que encierra una gran verdad para los psicólogos, es la pronunciada por Epícteto (quien vivió entre el siglo I y II D.C.): “La naturaleza nos dio dos ojos, dos orejas y una boca para que pudiéramos observar y escuchar el doble de lo que hablamos”.
El paciente que padece o ha padecido cáncer, no necesita grandes discursos. Tan solo necesita sentirse comprendido ante la complejidad de sus emociones, necesita saber que aún es una persona única e irrepetible a pesar de la enfermedad. Esta unicidad del paciente, la podemos observar cuando exploramos su biografía, las experiencias que han conformado quién es en el ahora y eso solo lo podremos lograr si escuchamos atentamente y realizamos las preguntas precisas.
Acoger al paciente es otra de las aptitudes que debemos desarrollar. Cuando acogemos a una persona que sufre, estamos creando una relación llena de confianza desde la cual ayudar a estabilizar el mundo emocional del otro. Para mí, la acogida es clave porque permite la expresión libre de aquello que el paciente se ha guardado por no herir o hacer sufrir a sus seres queridos, permite exponer los temores silenciados al tiempo que el profesional ofrece una perspectiva diferente de sus problemas, fomentado así la auto-confianza necesaria para hallar soluciones prácticas a sus tribulaciones.
La aceptación incondicional es un tercer elemento clave que se relaciona con la escucha activa y la acogida. El motor del cambio en terapia, está en esta aceptación incondicional del otro, donde no juzgamos las experiencias, emociones y reacciones del paciente, sino que nos mostramos receptivos hacia quien es en el ahora y al mismo tiempo potenciamos la auto-confianza por creer en la capacidad del paciente para asumir la responsabilidad de su vida y tomar decisiones importantes que le harán sentir mejor. Debemos pensar que el mero hecho de acudir al psicólogo, ya indica la necesidad de cambio del paciente y su orientación hacia el bienestar.
Quien ha atravesado la enfermedad y todas sus etapas y tratamientos, ha recaído y ha llegado a la etapa de final de vida, donde su esperanza de vida es inferior a 6 meses y los tratamientos activos contra la enfermedad pierden el sentido de su existencia, estamos frente a un escenario donde el sufrimiento puede ser aún más profundo.
Los cuidados paliativos es toda atención interdisciplinar (médicos, personal de enfermería, psicólogos, trabajadores sociales, fisioterapeutas, etc.) que se centra en el paciente moribundo, donde el objetivo de la curación es sustituido por el de cuidar al paciente hasta el final de su vida, reduciendo el dolor y sufrimiento para que así pueda realizar las importantes tareas presentes en el último tramo de vida (despedirse de los seres queridos, no aferrarse a la vida, pedir perdón por la ofensas o conflictos creados en vida, cerrar temas emocionales con familiares y amigos, despedirse y no luchar contra la muerte).
Una autora que recomiendo encarecidamente, es Elisabeth Kübler-Ross, quien relata en sus libros el puente entre dos mundos que podemos llegar a ser los psicólogos. Ese puente que creamos con nuestras palabras y nuestros silencios, tratando de unir el mundo ya vivido por el paciente, con el final que se aproxima, teniendo en cuenta sus necesidades y creencias religiosas o espirituales, que les ayudan a atravesar este camino con más calma y confianza.
Una idea esencial que el psicólogo que ejerce en el ámbito paliativo ha de saber, es que el paciente muere como vivió: luchando por las mismas cosas, comportándose como siempre (controlador o no), luchando por la independencia, dando importancia a las mismas cosas que ha considerado esenciales en la vida, etc.
En el final de la vida, donde las palabras se ralentizan, donde la comunicación más profunda es la silenciosa, lo más importante es que nos adaptemos al ritmo del paciente, hablando cuando desee o pueda hablar y haciendo un acompañamiento silencioso cuando así lo necesite. Debemos convertirnos en compañeros de una travesía que llegará a su fin, sin temor a hablar de la muerte o de las creencias espirituales que pueden guiar este último trayecto vital.
La formación habitual del psicólogo, no incluye la psicooncología en pacientes con cáncer y en aquellos que atraviesan el final de la vida. Por esa razón, me decidí a escribir un manual de psicooncología que pudiera llegar a cualquier psicólogo que desee tener más conocimientos sobre esta enfermedad, llegando a conocer la intervención psicológica y emocional que se puede realizar en estos casos.
El “Manual de psicooncología”, es un libro que aborda de manera profunda las reacciones emocionales y trastornos psicológicos que pueden aparecer a lo largo de toda la enfermedad, el profesional obtendrá conocimientos médicos básicos y necesarios para intervenir con el paciente oncológico y paliativo, aprenderá a evaluar el impacto psicológico en el paciente e incluso hallará pautas generales de auto-cuidado que pueden poner en práctica los profesionales. Todo ello se realiza desde una metodología eminentemente práctica, con múltiples ejemplos y recursos psicológicos.
Podéis acceder a más información del libro e incluso consultar el primer capítulo, en la siguiente web: https://www.faeditorial.es/editorial/psicologia-psiquiatria/manual-de-psicooncologia-libro
Quiero terminar este artículo, señalando que la actitud que mantiene el profesional, es clave para que el paciente se sienta seguro y capaz de afrontar sus problemas. Somos el catalizador del cambio.
Elena Alameda Jackson
Licenciada en Psicología por la Universidad Complutense de Madrid. Especialidad en Psicología Clínica y de la Salud. Máster en Psicooncología por la Universidad Complutense de Madrid.
Psicóloga habilitada para ejercer actividades sanitarias en todo el país. Experiencia profesional en Psicología Online, Formación a Profesionales y Colaboradora de la editorial Formación Alcalá.
Psicóloga de We Doctor
Solicitud de consulta online con Elena: https://tuconsulta.we-doctor.com/agenda/3080192